★★★½
El cineasta Drew Hancock (que tiene ya otra película de terror en camino: My Wife and I Bought a Ranch, futuro estreno de Prime Video) aborda en La acompañante, su debut en el largometraje, dos de los grandes fenómenos de nuestro siglo: el auge de la lucha feminista y la revolución de la inteligencia artificial. Lo hace (cómo no) a través del cine de género, dado el potencial alegórico que permiten los códigos del terror y la ciencia ficción, haciendo coincidir en su personaje principal los arquetipos de “robot” y de “mujer florero” mediante un estilo visual sofisticado (aunque acusado de una cierta impersonalidad, todo hay que decirlo) y apoyándose en un andamiaje narrativo sólido. Y, si bien en su tramo final el relato acaba por resentirse al acumular una serie de arbitrariedades un tanto discutibles, La acompañante cuenta en su guion con los suficientes giros originales e inesperados como para mantener en todo momento nuestro interés, funcionando con especial soltura en su vertiente más gamberra, vitriólica y ultraviolenta. Sin embargo, esta sátira feminista sobre el consentimiento en la que resuenan films recientes de éxito como Pobres criaturas y Barbie (ambos protagonizados también por una muñeca diseñada por hombres que decide tomar las armas contra el sistema), se resiente un tanto cuando deja asomar su discurso y pone demasiado en evidencia su vena reivindicativa. Con todo, esta producción de Zach Cregger, guionista y director de la magnífica Barbarian (2022), es un más que digno y bien confeccionado pasatiempo sardónico que fácilmente podría formar parte de la muy irregular serie antológica Black Mirror.
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