Crítica: ‘La mala familia’

La mala familia

★★★/★★★★★

En La mala familia, un grupo de amigos que lleva un tiempo sin poder verse aprovecha el permiso penitenciario de uno de ellos para organizar un reencuentro en las afueras de Madrid. Con la caída del sol, tendrán que enfrentar un problema del pasado que amenaza con meterlos a todos en la cárcel.

El primer largo documental de Luis Rojo y Nacho Villar (conocidos como el Colectivo BRBR, responsables de videoclips como Pa que brille, de C Tangana, o El encuentro, de Amaia y Alizzz) sortea con éxito el principal escollo del que podría haber sido víctima: la condescendencia. Así, en lugar de desplazarse con su cámara hasta un entorno desfavorecido sobre el que, desde una posición de poder, arrojar una mirada paternalista, los directores de La mala familia optan por volverse hacia sí mismos para narrar (de forma desprejuiciada, huyendo de estereotipos y lugares comunes y sin romantizar ni un ápice la delincuencia) la historia de los suyos (tal como los cineastas han comentando en varias entrevistas, quienes protagonizan la película son sus amigos del barrio).

La manera de filmar de Rojo y Villar (honesta, directa, sencilla y sin aspavientos estéticos; lo suficientemente cercana como para mantener siempre, por paradójico que pueda parecer, la distancia) demuestra un enorme respeto por las voces de la familia protagonista. De esta forma, lejos de imponer un discurso, los cineastas ceden la palabra a quienes habitan la pantalla, llegando incluso a otorgarles el dispositivo cinematográfico, en un fragmento en el que los protagonistas filman sus realidades desde sus propios teléfonos móviles. El resultado es un triste y hermoso ejercicio de cinema verité que logra poner en imágenes con autenticidad el verdadero significado de ser una familia.

Lo mejor: La verdad que emana de las imágenes y el respeto de los cineastas por lo que están filmando.

Lo peor: Algunos clichés estéticos propios del cine de lo real.

La mala familia

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