★★★½
En su último trabajo, Mohammad Rasoulof, cineasta iraní perseguido por el gobierno de su país dado el contenido contestatario de sus películas, traslada una acuciante demanda social al reducido núcleo de una familia, microcosmos en el que terminarán por concretarse todas las tensiones colectivas. En la ciudad iraní de Teherán, un funcionario, de nombre Imán, alcanza por fin el cargo de juez de instrucción, lo que supondrá una gran mejora en la calidad de vida de su familia. Sin embargo, su ascenso coincide con la explosión de una serie de revueltas en las que el pueblo clama contra el dictador. En especial, se rebelan las mujeres: dispuestas a quitarse el velo en plena calle y luchar por su derecho a la libertad, comienzan a ser represaliadas por un régimen que no parece tener problema en hacerlas desaparecer. El recién nombrado juez de instrucción, sabiéndose en peligro (si su posición dentro del régimen es descubierta en las calles, los insurrectos podrían atentar contra los suyos), comienza a tomar medidas radicales para proteger a su mujer y sus dos hijas de un posible ataque. Partiendo de esta premisa, Rasoulof toma el pulso de la sociedad de la que forma parte abordando, con suma sobriedad formal y temple narrativo, el conflicto que acontece en las calles sin necesidad de abandonar el seno familiar. Y es que en La semilla de la higuera sagrada las tiranteces sociales pronto comienzan a carcomer el espacio doméstico, y el “pequeño” drama íntimo (la microhistoria) termina deviniendo espejo a pequeña escala de la podredumbre sistémica (atención a la cita que introduce la película: en ella se condensa todo el sentido del relato). Una muy sabia decisión de puesta en escena refuerza la grandeza del conjunto, tan solo lastrado en algunas ocasiones por una cierta explicitud en su vocación de película-denuncia: rehuyendo la dramatización y espectacularización de la lucha en las calles (y sorteando, por tanto, el riesgo de trivializarla), Rasoulof, auténtico cineasta político, decide no re-presentarla, mostrando sus estragos únicamente a través de imágenes documentales de archivo filmadas con teléfonos móviles durante la revolución del velo, que comenzó en Irán en septiembre de 2022.
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