★★
No deja de resultar llamativo que, buscando narrar el meteórico ascenso de alguien como Juan Dávila (un cómico aplaudido precisamente por su descaro y su gamberrismo), el cineasta Alberto Utrera haya terminado filmando un documental tan convencional como este. Apoyándose en declaraciones del propio Dávila y de sus familiares y amigos, La senda del pecado reconstruye, en apenas 60 minutos de metraje, el salto a la fama de un hombre que, a la edad de treinta y tres años, decidió abandonar su trabajo fijo como policía para perseguir el sueño que le había acompañado desde niño: convertirse en actor. Si bien conocer la forma en que Dávila pasó de cero a cien en escasos meses es algo que tiene por sí mismo interés (de ser un completo desconocido a llenar estadios gracias a un video viral en TikTok que lo situó en la cresta de la ola), la película de Utrera adopta desde sus primeros compases un enfoque demasiado hagiográfico y un tono inspiracional que terminan convirtiendo el relato de un éxito en algo más cercano a un publirreportaje que a un documental para la gran pantalla. No ayudan, en este sentido, los espectacularizantes códigos televisivos (montaje de alto impacto, música épica, grafismos excesivos) con los que el documental quiere otorgarle a la historia de Dávila el aura de un admirable relato de “superación”, abrazando sin medias tintas el cuestionable discurso meritocrático del “si quieres, puedes” y dejando de lado, con ello, la posibilidad de un enfoque que quizá podría haber sido más interesante: la indagación en las raíces sociológicas de un fenómeno de masas tan apabullante.
© REPRODUCCIÓN RESERVADA