Crítica ‘Los 4 fantásticos: Primeros pasos’: Nostalgia pop a medio gas

Crítica ‘Los 4 fantásticos: Primeros pasos’: Nostalgia pop a medio gas

Crítica de 'Los 4 fantásticos: Primeros pasos', la nueva película de Universo Marvel que llega el 24 de julio a los cines.

★★

“Copia, pega y métele un filtro vintage”. Cinco meses y tropecientos trailers después de que Marvel hiciese públicas las primeras imágenes de la película, este 24 de julio llega a los cines Los 4 fantásticos, enésima aproximación a la tan disfuncional como inseparable familia de superhéroes a la que Jack Kirby y Stan Lee dieron vida en 1961. Ya desde el momento en que el proyecto obtuvo luz verde, el estudio dirigido por Kevin Feige ha venido jugando (¡cómo no!) la baza de la nostalgia pop: tras los fracasos de los largometrajes de 1994, 2005, 2007 y 2015, la nueva versión de Mr. Fantástico, La Antorcha Humana, La Mujer Invisible y La Mole tendría esta vez las hechuras de un juguete kitsch de aroma retro-futurista, buscando rendir homenaje a los cómics clásicos. Vista la película, se confirman los peores augurios: detrás de un elaborado diseño de producción muy mid-century modern (hasta aquí, ninguna pega) resulta no haber nada más que otra convencional película de superhéroes escrita y dirigida con escuadra y cartabón. Frente al irregular pero personalísimo Superman de James Gunn (siempre slapstick, siempre cartoon), primer eslabón del nuevo DC Universe que llegó a las salas de cine hace apenas quince días, Marvel despliega aquí todo un arsenal artie para, pasada la fantástica media hora inicial, despojar a sus personajes de todo atisbo de alma y enfangarlos en un barullo digital rebosante de imágenes cosméticas, lugares comunes narrativos y diálogos expositivos. Con un muy limitado manejo del tiempo y el espacio cinematográficos, su director, Matt Shakman, termina de dar forma al conjunto insuflándole el agotador ritmo febril, fragmentado y visualmente abrumador propio de un tráiler, y, de tan preocupado por epatar a su audiencia, acaba por despojarle de todo espacio para la pausa (y la necesaria digestión). No es que sea un desastre: fácilmente podríamos situar a estos cuatro fantásticos en la mitad de la tabla. El problema está en que, tras haber sido bombardeados con una campaña de marketing sustentada, precisamente, en los supuestos valores diferenciales de la película, salgamos del cine con la sensación de, por molón que pueda ser el envoltorio, haber paladeado el mismo caramelo que las últimas cien veces.

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