Crítica ‘Los Mercen4rios’

Los Mercen4rios

★/★★★★★

La primera pregunta es obligada: ¿Qué gracia puede tener una nueva entrega de Los Mercenarios si la auténtica razón de ser de la franquicia -congregar a los héroes de acción de los 80 y los 90 y ponerles a hacer de las suyas entre chascarrillos autorreferenciales- ya ha desaparecido por completo? La respuesta es evidente: muy poca, o ninguna

Recapitulemos. La primera entrega de la saga, estrenada en el año 2010 y dirigida y co-escrita por Sylvester Stallone (absoluto protagonista de las tres primeras películas), ya funcionaba a duras penas: contra lo que cabía esperar, resultó ser una propuesta sosa y pobremente filmada; una implacable máquina de generar bostezos que no lograba aprovechar ni siquiera un ápice la potencial brillantez de un planteamiento -posmoderno, metacinematográfico, autoconsciente- que bien podría haber hecho las delicias de cualquiera que hubiese crecido en la era dorada de los videoclubs.

Tan solo dos años después llegaba a los cines la secuela, esta vez con Simon West (Con Air) detrás de la cámara. Y entonces sí: en un maravilloso salto al vacío sin red ni paracaídas, Stallone y su equipo abrazaban lo camp sin ningún temor y daban con la tecla. Los Mercenarios 2 resultó ser una divertidísima comedia de acción repleta de diálogos y escenas memorables, impagables, inolvidables incluso (especial mención merecen las apariciones estelares de Chuck Norris, Van Damme como malo malísimo y el bueno de Schwarzenegger arrancando, con un suave, ligero tironcito, la puerta de un MINI). Y luego, en 2014, llegó Los Mercenarios 3. Otro más que olvidable desastre

Casi diez años ha tardado en regresar la franquicia. Y sí: Los Mercen4rios es tan pobre como cabía esperar. Más allá de la camaradería y química iniciales entre Stallone y Statham (este último protagonista absoluto de la nueva entrega) y de un par de escenas semi-divertidas (ridiculización de los streamers multimillonarios incluida), aquí ya hay muy poco -nada- que rascar: tiros, patadas y puñetazos, sí, pero toscos, formulaicos, carentes de gracia alguna. Siempre nos quedará la segunda.

Lo mejor: Dos bromas.

Lo peor: El resto.

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