Crítica: ‘Me he tragado un extraterrestre’

Me he tragado un extraterrestre

★★/★★★★★

Gus, Sophie y Max, integrantes del equipo de la Fuerza de Protección Espacial que lucha contra el crimen en el universo, sufren un accidente en su nave microscópica y acaban en la Tierra, más concretamente la cabeza de Norman, de 16 años. Estos alienígenas deben salvar al universo de los planes de Zolthard, un villano intergaláctico que ha asumido el control mental de la directora de su escuela, la Sra. Witherington. La batalla está servida.

Con toda probabilidad, habida cuenta de su ritmo frenético y su planteamiento visual colorista, Me he tragado un extraterrestre será todo un deleite para los más pequeños. No así para los mayores: los desdibujados personajes, los gags tópicos y la predecible evolución de su argumento invitarán a los adultos, seguramente en más de una ocasión, al sonoro bostezo. 

Y es que esta producción sudafricana, cuyo mayor interés reside en su intención de demostrar que hay vida más allá de Pixar, peca, precisamente, de una acuciante falta de personalidad. En lugar de, tomando conciencia de sus dificultades para hacer frente a la espectacular maquinaria de los grandes estudios, intentar convertir sus carencias en oportunidades (tratando, quizá, de confeccionar un relato animado más rudimentario pero con unos códigos propios y auténticos), los directores Gerhard Painter y Paul Louis Meyer optan por imitar a las grandes producciones animadas norteamericanas, tanto en forma como en fondo, resultando de todo ello una película que, aunque ligera por lo fácil de su digestión, resulta también totalmente olvidable.

Lo mejor: Funcionará como divertimento fresco y ligero para los espectadores de más corta edad.

Lo peor: Su adherencia a los tan manidos códigos de los grandes filmes de animación, con los que está lejos de poder competir.

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