Crítica ‘Memorias de un cuerpo que arde’: Una poética película-denuncia lastrada por su didactismo

Crítica de 'Memorias de un cuerpo que arde', la nueva película de la cineasta costarricense Antonella Sudassasi Furnis.

★★

Con Memorias de un cuerpo que arde puede ocurrir lo que pasa tantas veces: que, a la hora de juzgar su calidad como obra cinematográfica, pese más su discurso político que su verdadero interés artístico. En éste, su segundo largo, la costarricense Antonella Sudassasi Furnis cede la palabra a tres mujeres anónimas de edad avanzada que, dada la época represiva en la que les tocó nacer, se vieron privadas de explorar su sexualidad, estando siempre condenadas a cargar con el yugo de la culpa cristiana. En paralelo a sus voces en off, que vertebran la totalidad del metraje relatando diferentes momentos de unas vidas claramente sometidas por los usos y costumbres del patriarcado, vemos en pantalla una reconstrucción ficcional de las mismas concretada en una sola figura, la de una actriz que, evocando sus pasados, “pone cuerpo” a una generación de mujeres condenadas a cumplir con unos roles de género y que ahora, por vez primera, se sienten libres para hablar de su intimidad. Pese a lo prometedor de un planteamiento formal tan brechtiano como este (en el que varios tiempos coinciden en un único espacio y en el que incluso cabe el metacine, apostando su autora por hibridar ficción y documental), la película jamás despega: decidida a no servirse de esa poderosa herramienta crítica que es el contrapunto entre lo visto y lo escuchado, su directora opta por articular el discurso más diáfano posible, ramplón de tan evidente, utilizando las bandas de imagen y sonido de forma redundante. Y así, su película, que en los primeros minutos llegó incluso a apuntar maneras, termina lastrada por una especie de didactismo bienintencionado que entorpece su pretendida complejidad y no tarda en arrebatarle su auténtico potencial crítico.

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