Crítica ‘Mi postre favorito’: Cálida (y subversiva) mirada a la soledad de la vejez

Crítica ‘Mi postre favorito’: Cálida (y subversiva) mirada a la soledad de la vejez

Crítica de la película iraní 'Mi postre favorito', que llega a los cines este viernes, día 8 de agosto, tras su paso por Berlín y Seminci.

★★★

En su segundo largo, los iraníes Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha logran un ejercicio de cine agridulce que, tan contenido como cálido, funciona con eficaz naturalidad en sus tres vertientes: la primera, la más delicada y tierna; la segunda, trágica; y la tercera, abiertamente subversiva. Mi postre favorito narra el presente de Mahin, una mujer de 70 años que vive en Teherán aquejada por una profunda soledad. Viuda desde hace tres décadas, un día se decide a poner remedio a su falta de compañía, lo que la lleva a conocer a un taxista de su misma edad con el que parece congeniar muy bien. De gran economía narrativa y admirablemente precisa en su planificación visual, la película está construida con una austeridad formal que, sin embargo, no pretende en ningún momento arrojar una mirada clínica sobre sus personajes. Es más: en la profunda humanidad y empatía con que Moghadam y Sanaeeha retratan a los dos protagonistas reside la principal virtud de su película. Drama salpicado de humor, Mi postre favorito aborda, con luminosidad pero sin edulcorantes (y con un descorazonador giro trágico en su tramo final que parece quebrar toda posible esperanza), la problemática de la invisibilidad y el aislamiento social que muchas personas sufren al final de sus vidas; el relato, ambientado en el marco de una sociedad tan profundamente represiva como la iraní, se erige finalmente (sin por ello caer en el subrayado discursivo) como un honesto alegato contra la policía de la moral (Gasht-e Ershad), fuerza que vigila el cumplimiento de las normas islámicas en los espacios públicos, especialmente aquellas relacionadas con la vestimenta y el comportamiento de las mujeres.

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