Crítica ‘Morlaix’: Un puzzle más o menos fascinante sobre los conflictos existenciales de la adolescencia

Crìtica de 'Morlaix', la nueva película del cineasta español Jaime Rosales, que llega hoy, viernes 14 de marzo, a las salas de cine.

★★★½

Tras la más convencional Girasoles silvestres (2022), Jaime Rosales regresa en este, su octavo largometraje, al territorio de las búsquedas formales y los experimentos narrativos que han venido caracterizando sus mejores trabajos. En esta ocasión, el director de La soledad (2008) se acerca a los dilemas y conflictos existenciales de un grupo de adolescentes que residen en la gris y húmeda ciudad francesa que da título a la película; preguntas de difícil respuesta a las que deben hacer frente quienes, aún muy jóvenes, están todavía a tiempo de decidir en qué clase de personas quieren convertirse. El cineasta compone para ello un cautivador (por intrincado) dispositivo metatextual donde los límites entre la realidad (la vida de los jóvenes) y la ficción (una película que asisten a ver al cine y que, curiosamente, ellos mismos protagonizan) se confunden, como lo hacen, en su alternancia, el digital y el 16 milímetros, el color y el blanco y negro, el panorámico y el 4:3, la imagen fija y la imagen en movimiento, la cámara estática y la filmación fluida, el modo de representación primitivo y el moderno. Una serie de artificios y contrapuntos que quiebran y fragmentan una y otra vez el relato que discurre en la pantalla, ofreciéndonos perspectivas diferentes sobre lo acontecido e insuflando, en su gusto por lo pulsional, lo intuitivo y hasta lo arbitrario, un aura auténticamente romántica a la película, en cuyo corazón conviven, enfrentados, razón y emoción, amor y odio, pulsión de vida y pulsión de muerte. Un entramado formal, en fin, que, si bien en más de un momento podría pasar por caprichoso (la sombra de la impostura planea en varias ocasiones sobre la película), termina por convertir Morlaix en un puzzle más o menos fascinante. Y digo "más o menos" porque el interés suscitado por su misterio argumental nunca logra estar a la altura del que emana de su misterio formal.

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