★★★½
Que en un sistema educativo sólido reside la esperanza de un futuro mejor es una afirmación sobre cuya veracidad difícilmente alguien albergará dudas. La documentalista austríaca Ruth Beckermann se adentra, en su nuevo largometraje, en una clase de primaria del colegio público más grande de Viena, situado en el distrito de Favoriten (título original de la película), zona donde se concentra una alta población de origen migrante. Durante tres años, la directora sigue con su cámara a los alumnos (en este sentido, la película nos lleva inevitablemente a rememorar la imprescindible Ser y tener, de Nicolas Philibert), un grupo de niños y niñas inmigrantes que, tras marcharse de sus lugares de origen por razones diversas (Serbia, Rumanía, etc.), deben adaptarse al contexto de un país del que apenas conocen su idioma. Su profesora, una joven de treinta y tres años de origen turco que conoce de primera mano el sentimiento del desarraigo, les acompaña en un proceso de aprendizaje apoyado en un modelo alternativo de enseñanza que tiene mucho de socrático, y en el que priman, por encima de todo, el reconocimiento de la alteridad y el respeto al diferente, buscando, barrera idiomática mediante, derribar los prejuicios relacionados con cuestiones culturales, étnicas y religiosas. Beckermann, además de capturar el día a día en la escuela (siempre desde la distancia exacta, situando la cámara a la altura de los ojos de aquellos a quienes encuadra), entrega a niños y niñas una serie de dispositivos móviles para que ellos mismos puedan filmar a sus compañeros y ser filmados por ellos, otorgándoles así el papel de sujetos activos de la historia e incluyendo sus miradas en un film que, en este sentido, termina por tener mucho de hermosa película colectiva.
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