★★★½
Como ya demostró en El triunfo, su anterior película como director, Emmanuel Courcol sabe manejar muy bien los códigos y límites del cine para todos los públicos bien hecho. En Por todo lo alto lo vuelve a hacer, mezclando muchos ingredientes y tonos con un resultado que es muy difícil que no guste.
La historia es la siguiente: Thibaut (Benjamin Lavernhe) es un reputado director de orquesta diagnosticado de leucemia que, en la búsqueda de donantes compatibles, descubre que es adoptado y que tiene un hermano. Ese hermano, Jimmy (Pierre Lottin), es músico en la banda local de su ciudad que está sumida en un proceso de reconversión industrial. Mientras Thibaut ha crecido en un entorno privilegiado que le ha permitido tener las bases para llevar una carrera de alto nivel, Jimmy fue criado por una madre soltera y trabajadora, sin la suerte de poder desarrollar su obvio don musical. Sin embargo, el encuentro de ambos hermanos cambiará la vida de ambos.
Con esta premisa, la tendencia es pensar en una película lacrimógena, pero de nuevo Courcol (ayudado por la guionista Irène Muscari y por dos grandes actores) consigue evitar la lágrima fácil, llevándonos por distintos rincones de la historia hablando del determinismo social y biológico, de los límites que nos vienen impuestos y de los que nos autoimponemos, incluyendo tramas de lucha social y de clase de una forma no subrayada, reivindicando la comunidad y el apoyo que puede brindar y aderezándola con la música como excusa para conducirnos con cierto humor incluso hacia un más que disfrutable viaje y final.
**[Como dato extra: la histórica nota de 9,32 que Por todo lo alto recibió del público muy cinéfilo en el Festival de San Sebastián].
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