★★★★/★★★★★
Resultan francamente admirables la elegancia, la sobriedad y el sumo tacto que orquestan este nuevo trabajo de Alauda Ruiz de Azúa. Tras su excelente ópera prima en el largometraje, Cinco Lobitos (2022), un relato sobre el difícil proceso que supone aprender a ser madre y que era todo honestidad y sutileza, la cineasta confirma con esta miniserie de cuatro episodios su excelente talento como directora de actores (impresionantes intérpretes) y su minuciosidad en el manejo de la puesta en escena.
Y es que, lejos de todo aspaviento formal, la directora opta, a la hora de poner el relato en pantalla, por el entramado visual y sonoro más distanciado y aséptico que sea posible imaginar. Así, su luz fría, sus encuadres austeros y la solemnidad de su montaje imprimen en la narración un tono desapasionado, lejano de toda morbosidad, puntuado por una sutilísima banda sonora que aparece tan sólo en muy contadas ocasiones, siendo el silencio el que vertebra el crescendo emocional de relato.
Una gelidez estilística que no hace más que reforzar el páramo helado en el que se encuentra inmersa Mirem, la protagonista (gigantesca Nagore Aranburu), una mujer que, tras 30 años de matrimonio, decide abandonar el domicilio conyugal y denunciar a su marido por violación continuada.
Pero el mayor logro de Querer, antes incluso que en lo preciso y comedido de sus formas y en el impresionante trabajo de sus actores, reside en su milimétrico guion, un libreto tramado con admirable inteligencia y colmado de recovecos y espacios vacíos que respeta la inteligencia del espectador, invitándole a participar activamente del relato. En Querer, los gestos, las miradas, los silencios y, sobre todo, aquello que no se dice (más que aquello que se dice) son los que dejan al descubierto el machismo soterrado. Una serie excelente.
© REPRODUCCIÓN RESERVADA
