Pelayo Sánchez
★★★½
Orgullosa de cada una de sus aristas e imperfecciones, Reas, segunda película de la dramaturga, cineasta y performer argentina Lola Arias, es un fantástico ejemplo de un cine auténticamente político, alejado de las formas prefabricadas, los discursos simplistas y el paternalismo a los que tristemente nos tiene acostumbrados un cierto tipo de “cine social” (habitualmente europeo). La película, que, sin ápice alguno de pudor, desdibuja las fronteras entre el documental, la ficción y el musical (en este sentido, es una obra transgénero cuyas formas no hacen más que reforzar su fondo), aborda las historias reales de un grupo de mujeres y personas trans que, en el pasado, fueron recluidas durante años en cárceles argentinas por razones diversas. Lejos de los bustos parlantes y de todo amago de docudrama, Lola Arias se acerca a sus protagonistas con plausible humanidad, jugando a re-imaginar sus cautiverios desde una distancia que apuesta radicalmente por el artificio para evitar todo tipo catarsis facilona: las protagonistas reconstruyen escenas de sus pasados mediante teatralizaciones que incluyen música y baile, sin abandonar jamás el espacio de una antigua prisión (la cárcel de Caseros, en Buenos Aires) cerrada desde hace casi 25 años. De esta forma, rehuyendo toda estigmatización y haciendo uso de un hieratismo interpretativo y un trabajo con las composiciones y el color que en más de un momento traen a la mente las poéticas de Seidl y Kaurismäki, Arias confecciona un dispositivo que permite a las implicadas, que siempre han jugado un rol pasivo en unas historias de vida marcadas por la humillación y el sometimiento, poner voz a sus propios relatos y adueñarse de sus destinos.
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