Crítica ‘Salvajes’ (Festival de Sitges): Un canto a la tierra bellamente diseñado pero demasiado discursivo

El nuevo film de Claude Barras, 'Sauvages', ha participado en la Sección Sitges Collection Anima't del festival en su última edición.

★★★/★★★★★

En Borneo, en el límite de la gran selva tropical, Keria acoge a un bebé orangután, encontrado en la plantación de palmas de aceite en la que trabaja su padre. Junto a su primo Selaï y el bebé orangután, Keria luchará contra la destrucción del bosque, aventura que le permitirá conectar con sus orígenes.

Las expectativas eran altas ante la llegada de esta segunda película del cineasta suizo Claude Barras. Tras firmar un buen puñado de cortos de animación stop-motion, hace ocho años debutó en el largometraje con la excepcional La vida de Calabacín (2016). El film, basado en la novela de Gilles Paris y cuyo guion estaba escrito nada más y nada menos que por Celine Sciamma (una de las directoras más interesantes del cine europeo contemporáneo, autora de Retrato de una mujer en llamas y Petit Maman), era un durísimo relato de apenas una hora de duración que situaba en su centro la cuestión de la orfandad, reivindicando las familias que se eligen

Salvajes, la segunda incursión de Barras en el largo, si bien cuenta de nuevo con una animación fotograma a fotograma hermosamente diseñada, trae consigo una pequeña decepción. Y es que la ficción, que aborda la problemática medioambiental buscando recordarnos la necesidad de no permitir que el capitalismo termine por devorarlo todo, se queda, desgraciadamente, en lo anecdótico. Excesivamente transparente (no hay aquí más que una capa de lectura) y demasiado discursiva en algunos tramos, la película adolece de personajes poco interesantes y de una historia que, por momentos, parece una mera excusa para dar forma a un “panfleto”.

Con todo, el segundo largo de Barras hará disfrutar a los más pequeños; también a aquellos adultos que aman -amamos- la animación más física y manufacturada. Un recurso formal, el stop-motion, que, además, en este caso, refuerza indudablemente el fondo del relato: ¿qué mejor manera de reivindicar el respeto por la Tierra que a través una animación artesanal, en absoluto ultraprocesada, que hace a un lado los cánones digitales que parecen monopolizar el cine de animación de hoy en día?

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