★½/★★★★★
Hace ya muchos, muchos años que la franquicia Saw perdió el escaso interés que pudo tener en sus inicios. La primera entrega, estrenada en 2004 y escrita por Leigh Whannell (también protagonista) y James Wan (también director debutante), supuso sin duda un antes y un después en el cine de terror contemporáneo: la película lograba encontrar un plausible equilibrio entre la tradición de los psychokillers, el cine policíaco y las películas de estructura puzzle, sazonando todo ello con litros de sangre, kilos de vísceras y grandes dosis del más enfermizo y repugnante sadismo.
Nacía en 2004, con Saw (y con su prima-hermana Hostel, estrenada un año después), un nuevo subgénero del horror que el crítico norteamericano David Edelstein bautizó como “torture porn”; término bajo el que aglutinar aquellas películas emergentes que parecían empecinadas en escrutar la tortura en plano detalle, como si de una suerte de pornografización del martirio se tratase (en su libro Todos los jóvenes van a morir, Luis Pérez Ochando contextualiza el surgimiento de este subgénero en Estados Unidos de forma paralela a los suplicios de Guantánamo y Abu-Ghraib, lo que tampoco parece baladí).
Con aquel primer capítulo (tan entretenido y atmosférico como cuestionable narrativa, formal y discursivamente), Lionsgate se hizo de oro. Y supo exprimirlo. Tan solo un año después llegaba a los cines la secuela, ahora con Darren Lynn Bousman a la dirección (artífice de cuatro entregas de la franquicia), y, tras aquella (que todavía tenía un pase), el estudio vomitaría sin cortarse toda una retahíla interminable de películas a cada cual más deplorable.
Tramposa, grandilocuente hasta alcanzar la comedia involuntaria, parcheada con infinitos y agotadores flashbacks y flashforwards y siempre con el deux ex machina más descarado por bandera, la franquicia Saw terminó por ser, además de un despropósito narrativo, un auténtico engendro cinematográfico rebosante de feísmo videoclipero.
De Saw X, que llega a los cines mañana, 29 de septiembre, había muy poco que esperar. Que su dirección hubiese corrido a cargo de Kevin Greutert (responsable de los episodios VI y VII, los dos peores de la saga en opinión de quien escribe) no resultaba precisamente alentador. Y al final, pese a todo, ha resultado no ser tan terrible: Saw X consigue sortear con relativo éxito las pifias habituales de la franquicia (exceso de saltos temporales, exceso de trampas de guion, exceso de feísmo visual), va al grano con determinación y termina por entretener. Un detalle curioso: es la entrega más larga de la saga (¡2 horas!) y, pese a ello, es sin duda una de las menos aburridas.
Lo mejor: Probablemente sea la mejor secuela de Saw desde la segunda entrega.
Lo peor: Nada de todo ello quita que sea una película pobre y más que prescindible.
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