★★★
A diferencia de lo que podía ocurrir con otras longevas franquicias de terror noventeras (véanse Scream y Destino final, recientemente traídas de vuelta a la pantalla), no había mucho que esperar de este reboot de Sé lo que hicisteis el último verano. Las dos sagas mencionadas contaban con los suficientes ingredientes interesantes para regresar a lo grande: la primera, slasher en clave autoparódica, ha tenido siempre como punto fuerte su ingenioso manejo de la metaficción y de los juegos autorreferenciales; la segunda, si bien enormemente empobrecida a partir de su tercer capítulo, posee sin duda un originalísimo planteamiento de índole sobrenatural que, aun explotado ya hasta en cinco ocasiones, todavía podía encontrar un nuevo filón. Frente a dichas dos franquicias, cuyos recientes reboots han contado con el merecido aplauso de crítica y público, la saga que aquí nos ocupa es, en todos los sentidos, muy menor: la simpleza de su planteamiento original, el escaso atractivo de su psychokiller y la baja calidad de sus tres anteriores entregas invitaban a augurar un debut muy poco vistoso (si no directamente nefasto). Qué bien que estuviésemos equivocados. Este cuarto eslabón (que comparte título con el film original del 97 que dirigió Jim Gillespie partiendo de un guion de Kevin Williamson) es, aunque esto tampoco sea mucho decir, el mejor con diferencia de toda la cadena. Tontorrón, despojado de toda aspiración trascendente y repleto de múltiples guiños al film genuino, este reboot, ya desde sus primeros compases, derrocha salero, y acaba resultando mucho más violento, divertido y autoconsciente de lo que cabía esperar. En su contra juegan un último tramo algo atropellado y una cierta falta de riesgo (en todo momento uno espera que, al igual que sucedía en la desopilante última entrega de Destino Final, la película termine de desmelenarse y volverse loca, cosa que, por desgracia, nunca llega a suceder). A su favor, sin embargo, hay bastantes cosas: un puñado de set-pieces de terror muy bien construidas, un exquisito (tan juguetón como macabro) manejo del sonido y una tensión creciente de cuya cuidadísima construcción se desprende mucho amor por el hermoso oficio de aterrorizar desde la pantalla. Y lo que es más importante: jamás aburre. Una, en fin, inteligente tontería veraniega que, seguro, hará salir muy pero que muy felices de la sala oscura a los fans de la película original.
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