★★★★
En la primera temporada de Severance (Separación), estrenada en febrero de 2022, Apple, productora de la serie, parecía estar hablando de sí misma. La ficción seguía los pasos de Mark (excelente Adam Scott), empleado de Lumon Industries, una corporación cuyos trabajadores han decidido por cuenta propia someterse a un procedimiento quirúrgico que separa sus recuerdos del ámbito laboral de los de su vida personal. Un planteamiento de orden distópico que, invocando a Franz Kafka y Charlie Kauffman, jugaba a denunciar los maquiavélicos resortes de la cultura empresarial (con sus team buildings y demás formas de lavado cerebral) tan propia de gigantes como Google, Amazon o, por qué no, la propia Apple. Entre los grandes aciertos de aquella primera tanda de episodios se encontraba su diseño visual. Sobrio, de composiciones simétricas y colores perfectamente equilibrados, teniendo en la repetición de patrones su principal recurso a la hora de poner en imagen la laberíntica y aséptica cárcel del burocratismo, el planteamiento formal de Severance lograba que, bajo la calma y serenidad habitualmente asociadas a este tipo de patrones “ordenados”, permaneciese latente un horror soterrado. Una pesadilla subyacente que poco a poco escalaba hacia la superficie y que, más allá de la mirada vitriólica a la alienación laboral (y a la adicción a trabajo como vía de escape de una realidad dolorosa), traía al frente la gran cuestión existencial: ¿Quiénes somos en realidad? ¿Cuál de todos nuestros infinitos rostros es el verdadero? ¿Acaso lo hay? Vistos los primeros capítulos de esta segunda temporada, intuimos que la ficción continuará escarbando en los mismos terrenos con excelencia, con sus personajes principales tratando de llegar al fondo de la conspiración. Una nueva bifurcación parece sumarse al sendero: el lavado de cara (social washing, como tanto gusta decir), práctica cada vez más habitual en las empresas que buscan apropiarse de las luchas sociales dándole la vuelta a la tortilla y aderezándola a su gusto. En este juego de máscaras metalingüístico, de rizos que se rizan hasta el infinito, no podemos evitar preguntárnoslo: ¿continúa Apple hablando de sus propias prácticas?
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