★★★
Sobrio, comedido y puesto en imágenes con tanta garra como contención, este debut en el largometraje de la cineasta Zoljargal Purevdash sale ganando en la mayoría de sus frentes. Primera película mongola en participar en el Festival de Cannes (lo hizo en 2023, hace ya dos ediciones), el suyo es un relato auténticamente comprometido con su causa (nuestras posibilidades en la vida dependen casi por entero de nuestras circunstancias) que, aun siendo profundamente tierno, logra sortear con habilidad la cursilería durante la mayor parte de su metraje. Con unas maneras más occidentales que orientales en aspectos como el montaje o el uso de la música, Si yo pudiera hibernar narra la historia de Ulzii, un adolescente pobre que, junto a su madre y sus tres hermanos pequeños, vive en una yurta a las afueras de Ulán Bator, capital de Mongolia. Tras el fallecimiento de su marido, la madre de familia, analfabeta y sin estudios de ningún tipo, se ve sobrepasada por la situación e, incapaz de encontrar un empleo con el que mantener a sus vástagos, termina por darse a la bebida. Solo ante el peligro, Ulzii debe hacerse cargo de la manutención de su familia en mitad de un invierno helado, mientras, al tiempo, hace todo lo posible por brillar en los estudios (es un apasionado de la Física) para lograr un futuro mejor con el que sacar adelante a sus hermanos. Narrada con lirismo, Si yo pudiera hibernar es una película digna aunque afectada, todo hay que decirlo, de una cierta tendencia al exceso: la acumulación de desgracias a las que su protagonista debe hacer frente termina provocando que, en su último tramo, el conjunto flaquee.
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