Crítica: ‘The Idol’ (Piloto)

The Idol

★★★/★★★★★

The Idol, una de las últimas grandes apuestas de HBO Max, lleva meses rodeada de polémica. A finales de mayo pudieron verse los dos primeros episodios de la serie en el Festival de Cannes. Las críticas resultaron ser, en su mayoría, demoledoras. La prensa llegó a definir la nueva ficción que Sam Levinson, showrunner de Euphoria, ha co-creado junto a Reza Fahim y al rapero Abel ‘The Weeknd’ Tesfaye, como un pobre ejercicio de soft-porn; una suerte de fantasía de la violación repleta de lamentables estereotipos. Basta, retrógrada, vacía, predecible, aburrida, repugnante, pornográfica: tan solo algunos de los adjetivos que han podido leerse en el último mes acerca de The Idol.

La serie sigue los pasos de Jocelyn (Lily-Rose Depp), una joven superestrella pop que trata de retomar su exitosa carrera en la música tras una crisis personal. En el primero de los episodios, el único disponible por el momento en HBO Max (saldrá uno cada domingo, de aquí al 9 de julio), conoce a Tedros (The Weeknd), enigmático empresario de la noche ante cuyos encantos caerá rendida con suma facilidad.

Visto el piloto, lo cierto es que (al menos, hasta el momento) ni tanto ni tan calvo: The Idol, como suele suceder con casi todo, tiene más grises que blancos y negros. Es tontorrona y cínica, sí, pero, tal y como está construida, no parece tener ningún interés en ocultar su condición; tan transparente es que, adelantándose a nuestras consideraciones, tampoco tiene reserva alguna en señalar con descaro sus referencias, apuntando tanto al personaje público de Britney Spears como al Instinto Básico de Paul Verhoeven.

En este sentido, la simpleza de la que hace gala The Idol trae con facilidad a la memoria el satírico filme de terror The Neon Demon, donde Nicolas Winding Refn jugaba a ridiculizar el superficial mundo de la moda a través de un ridículo discurso con apenas media capa de lectura (en el buen sentido, entiéndase), o la ultraviolenta y naíf mirada (inteligentemente cargada de vacío) al no-futuro que es Spring Breakers, en la que Harmony Korine ponía a bailar con el demonio a un grupo de antiguas estrellas Disney.

Salvando, por supuesto, las distancias (las dos películas mencionadas son, en el plano formal, mucho más interesantes que la serie de Levinson), el primer capítulo de The Idol sí consigue algo que no pasa tanto por la razón como por el cuerpo: una atmósfera oscura, de malsana opresión, punteada con acierto por la banda sonora de The Weeknd. Lo demás, aunque ya lo hayamos visto mil y una veces (y mil y una veces mejor), está lejos de resultar un desastre. Sin embargo, poco se puede juzgar tras un único episodio. Toca esperar.

Lo mejor: Su transparencia.

Lo peor: Nada nuevo.

The Idol

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