Ana Lambarri debuta en el largometraje en Todo lo que no sé reflexionando sobre las decisiones que nos llevan por la vida entre los 30 y los 40.
★★★½
Laura (Susana Abaitua) es una brillante desarrolladora tecnológica que estuvo muy cerca de tener mucho éxito. Frustrada, abandonó su proyecto y la conocemos en el presente, cuando trabaja en una tienda, comparte piso con su mejor amiga y se organiza con su hermana (Natalia Huarte) y su madre (Ane Gabarain) para cuidar de su padre enfermo de cáncer (Andrés Lima). De pronto, a Laura le surge la oportunidad de retomar su proyecto y acepta la propuesta sin contárselo a nadie más que a su amiga (Stéphanie Magnin).
Siente vergüenza y no quiere volver a fracasar, no quiere que la juzguen y si los demás lo saben, ella misma se juzgará más. A partir de ahí, Todo lo que no sé, ópera prima de Ana Lambarri, estrenada en el pasado Festival de Málaga, explora todas aquellas decisiones que nos van dirigiendo por un camino que casi nunca es el que esperamos.
Todo lo que no sé destaca por varias razones, por la historia de su protagonista y por su carácter. No pretende que Laura caiga bien, puede que no caiga bien… parece sumergida casi en un viaje egoísta incluso autodestructivo a veces, visto y juzgado desde fuera. Es una mujer que prefiere estar sola, que echa a su pareja (Francesco Carril) cuando este se presenta sin avisar porque quiere estar sola, que se remueve contra el rol asignado en la familia por ser ella la que, aparentemente, tiene menos cargas familiares y laborales.
Es una reivindicación de esa vida a priori menos ortodoxa o menos normativa en esa franja de edad. Aunque ella misma se dé cuenta a veces de que se pasa tensando la cuerda. Y la única relación a la que siempre puede volver, como un faro, como un ancla, como un gran abrazo, es la que tiene con su mejor amiga, Susana. Y esa forma, no poniendo la amistad en el centro del filme, aunque sí lo sea para la protagonista, es uno de los retratos más bonitos y realistas de la amistad femenina en edad adulta que se han visto últimamente.
La primera película de Ana Lambarri es un retrato sutil, sencillo que no simple, que va avanzando a partir de detalles narrativos y visuales, que nos mueve a lo largo de tres años y sin necesidad de cartelas nos sitúa rápidamente en cada momento cronológico y emocional. Apuesta todo a las emociones, sin subrayarlas, a que guiándonos por ellas vayamos construyendo la historia y el arco de los personajes.
Un trabajo muy fino que el genial reparto de actores borda, y entre quienes destaca especialmente la protagonista, Susana Abaitua, que aquí se mueve de un extremo al otro de manera natural.
Esa mirada hacia los actores y hacia los personajes está situada en el centro del filme de Lambarri (no por casualidad, ella trabaja desde hace tiempo como directora de casting, ese oficio tan poco reivindicado). Sus emociones van saliendo a flor de piel y son esas emociones desnudas las que nos conducen. Poco a poco, dispuestos a escuchar, vamos entendiendo a esa mujer que, en principio, no entendíamos.
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