★★★
La nueva película del rumano Emanuel Pârvu es puro hueso: un ejercicio de cine áspero como papel de lija, vaciado de todo artificio retórico, tan descarnado y parco en su retrato de la homofobia sistémica que asusta. Ambientada en una comunidad del Delta del Danubio, en Rumanía, la película relata la manera en que los padres de un joven adolescente de 17 años reaccionan ante la brutal agresión que éste sufre un día durante el camino de regreso a casa. Aunque inicialmente hacen todo lo posible por dar con los culpables y hacer justicia, pronto descubren la razón detrás de lo ocurrido: su hijo, de nombre Adi, es homosexual. Ante tal revelación, sus padres y los habitantes del pueblo (el cura, el vecino, el policía) comienzan a culpabilizar al chico de lo ocurrido y a limitar sus movimientos para intentar a toda costa “meterlo en vereda”. Mediante largos planos generales fijos puntualmente aderezados con algún paneo, Pârvu parece querer restringir al máximo su intervención en el relato, como si buscase ceñirse al gesto de colocar la cámara en el lugar adecuado para dejar que, sencillamente, las cosas acontezcan ante el objetivo. Al cineasta, que construye la historia desde múltiples puntos de vista, no le interesa tanto indagar en el dolor experimentado por el chico ante lo ocurrido (Adi es, en realidad, un personaje secundario en la película) como retratar el efecto que provoca la revelación de su orientación sexual en la comunidad que lo rodea: poner de relieve, en fin, la alarmante naturalidad con que un grupo de ciudadanos medios con la razón nublada por supersticiones religiosas se atreven a coartar la libertad de un joven tras considerarlo un “infectado” que, creen, tan solo necesita encontrar el tratamiento pertinente para curarse de una enfermedad como cualquier otra.
© REPRODUCCIÓN RESERVADA