★★★½
Es una lástima que el guion de Una noche en Zoópolis no esté a la altura de su soberbio diseño visual. Y es que el primer largometraje que dirigen como dupla Ricardo Curtis y Rodrigo Perez-Castro es, atendiendo a su entramado estético, un gozoso festín de angulaciones aberrantes, movimientos de cámara expresionistas e hipnótica psicodelia visual. En esta puesta en imágenes, que hibrida los recursos de la animación “tradicional” en 3D con los propios del cine sci-fi y de terror de bajo presupuesto, destaca, por encima de todo, la utilización de los colores saturados, con una paleta encabezada por el rosa, el morado y el verde neón que trae a la mente títulos recientes del terror más alucinado como Mandy (Panos Cosmatos, 2018) o Color Out Of Space (Richard Stanley, 2019). La película, que tiene también mucho de slapstick y de cartoon, narra la delirante historia de un pequeño grupo de animales que, una noche, son testigos de una invasión alienígena en el zoo en el que habitan. Recluidos, quienes todavía no han sido infectados y convertidos en aliens deben unir sus fuerzas para derrotar a los pérfidos visitantes y, con ello, llevar el zoo de vuelta a la normalidad. Para los amantes de las películas de aroma pulp sobre invasiones marcianas (especialmente de aquellas más “gelatinosas”, como La cosa o The Blob), este sencillo film de animación para todos los públicos lleno de guiños (cita directa a La invasión de los ultracuerpos incluida) supondrá, sin duda, una más que agradable sorpresa. Una pena, como señalábamos al comienzo, que su libreto esté unos cuantos pasos por detrás de su poderosa inventiva visual, presentando una serie de personajes algo desvaídos y unas líneas de diálogo no demasiado inspiradas que, inevitablemente, terminan por restar algo de interés al (por lo demás, fantástico) conjunto.
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