Pelayo Sánchez
★★★★
Alex (Ángela Cervantes), una joven actriz, es violada en una fiesta en Nochevieja y no reconoce a su agresor. Cuando acude a su hermano Adrián (Álex Monner) en busca de abrigo y compresión, éste reacciona cuestionándola. Ella encontrará en el teatro, interpretando a la vengativa Medea de Eurípides, la única forma de canalizar su dolor y su ira. Podríamos inscribir, sin miedo a equivocarnos, la ópera prima de Gemma Blasco en la tradición naturalista que viene encabezando el cine español desde hace cerca de una década (allí donde se inscriben también los trabajos de Carla Simón, Pilar Palomero o Estíbaliz Urresola, por citar algunos nombres). Sin embargo, y si bien Blasco comparte muchas herramientas de puesta en escena con las cineastas mencionadas a la hora de aproximarse a la realidad, en su película se atreve, también, a ir mucho más allá del ejercicio mimético. Decía André Bazin que hay dos tipos de cineastas: los que creen en la realidad y los que creen en la imagen. Por la manera en que se va transformando su relato, que pronto se desliga de los códigos del cine directo para adentrarse de lleno en la oscura subjetividad de su protagonista, queda claro que Blasco es de las segundas. Y es que la debutante tarda muy poco en poner de manifiesto su plausible capacidad para imantar las imágenes y ahondar en sus reversos oscuros, colmándolas (con la mesura y sabiduría propias de quien lleva unas cuantas películas a sus espaldas, cosa que no es el caso) de una violencia latente que crece y crece hasta infectar cada poro del relato y arrebatar por completo al espectador. La excelencia de sus dos intérpretes protagonistas hace el resto. No hay pegas que ponerle a este desasosegante thriller psicológico sobre, tal como su directora quiso definirlo cuando la entrevistamos, la manera en que las mujeres (no) han sido enseñadas a gestionar su furia. Sin duda, uno de los mejores debuts españoles de los últimos años.
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