★★★
Juliette, una joven autora de cuentos infantiles que está atravesando una depresión, viaja al pueblo en el que nació para pasar unos días con su familia y tratar de reconectar consigo misma. Allí viven su padre y su madre, separados desde hace años, su abuela, que reside en un asilo, y su hermana mayor, madre y esposa agobiada por las obligaciones de la vida conyugal y laboral. Tomando a esta disfuncional familia como protagonista coral, la película de Blandine Lenoir (adaptación del cómic Juliette. Los fantasmas regresan en primavera de Camille Jourdy, editado en España por La Cúpula Editorial) se articula como un melancólico relato acerca del paso del tiempo y sobre esas pequeñas cicatrices que, de manera inevitable, todos vamos acumulando en nuestro periplo vital. Aunque de tono primaveral (como su propio título indica) en lo que a su cadencia y su retrato de personajes se refiere (esto es: suave, cálida y fresca), a través de su otoñal y terrosa paleta de colores la película pone de relieve que, tras esa aparente ligereza, se ocultan en realidad las cuestiones existenciales que a todos, en un momento dado, nos aterran: hacerse mayor, quedarse solo, perder de vista los propios sueños, terminar preguntándose si era ésta la vida que queríamos.
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