Eloy Calvo adapta con sensibilidad  y luminosidad La furgo, el cómic de Martín Tognola y Ramon Pardina.

★★★½

Oso tiene 45 años, hace no mucho que se divorció y tiene una hija, pero no tiene casa. Sin trabajo, no puede acceder a un alquiler y vive en una furgoneta camperizada y customizada. La precariedad de su situación la transforma en una aventura cada vez que su hija viene a pasar con él unos días. Cuando la niña se va, aparca en un lugar en el que no puede, pero en el que su amigo policía hace la vista gorda y un vecino le echa un mano, dándole de comer y ofreciéndole baño a cambio de que le haga chapucillas en casa.

La furgo, cómic homónimo de Matín Tognola y Ramon Pardina, es un luminoso, familiar y muy tierno cuento sobre la forma en la que ocupamos y vivimos las ciudades. Habla de la crisis de la vivienda sin subrayarlo. Nos habla de esa gente que está siendo expulsada y que sobrevive gracias a la empatía y las comunidades solidarias de desconocidos. Esa camarera que le permite entrar cada día al baño sin necesidad de pedir nada, ese vecino que comparte su puchero…

Es una película social y política para todos los públicos por esa mirada imaginativa y con humor con la que mira a sus personajes, por esa visual forma de intercalar la animación (en las fantasías que Oso inventa para su hija), bebiendo del cómic, con dibujos que (me) recordaron a los que Michel Gondry le ha ido haciendo a su hija y recogiendo en el filme, Maya, donne moi un titre.

Pol López consigue un tono difícil en su interpretación para brillar en ese espacio entre el serio cine social y el entretenimiento familiar, un personaje deprimido por sus circunstancias y el pasado que intuimos, pero que no se deja llevar a la oscuridad, agarrado a su hija y a ese talento innato para dibujar e inventar que es, por otro lado, una vocación frustrada. Y con él, la película tampoco cae en el optimismo, encontrando una vez más lo mejor de las personas para continuar y sacar la cabeza a pesar de todo.