Ocho años después de Colossal, Nacho Vigalondo regresa al cine con Daniela Forever, una oscura comedia romántica de ciencia-ficción que aborda las dificultades de sanar un duelo.
En su quinto largometraje, el guionista y director Nacho Vigalondo (Cabezón de la Sal, 1977) continúa explorando los temas y géneros recurrentes en todo su cine anterior. Una serie de intereses y rasgos de estilo que, si bien ya estaban presentes en sus primeros cortometrajes, el cineasta asegura no haber ido desarrollando de manera premeditada. “Cuando, como es mi caso, se hace cine desde las tripas (o desde el corazón, no sé qué sería más acertado), uno nunca está seguro de si es continuista o de si está cambiando de tercio todo el rato. Y ambas posibilidades pueden ser, para mí, tan reconfortantes como pesadillescas”, asegura.
En Daniela Forever, Vigalondo articula un relato sobre el difícil proceso que implica la asimilación de una pérdida y, como es común en su trabajo, lo hace a través de los códigos de la ciencia- ficción. En Los cronocrímenes (2007), Vigalondo se aproximaba a la paradoja de los viajes temporales; en Extraterrestre (2011), hilaba una comedia romántica en clave de posthumor con el telón de fondo de una invasión alienígena. Open Windows (2013) funcionaba como un thriller hitchcockiano en formato multipantalla, y Colossal (2016), su cuarto largo, abordaba los desengaños y traumas propios del final de la juventud bajo el prisma del cine de monstruos japonés. Ahora, con Daniela Forever, el director explora la cuestión de las realidades paralelas. “Mi interés por la ciencia-ficción tiene que ver, creo, con las exigencias a la hora de trabajar”, cuenta.
“Casi todos los géneros cinematográficos te permiten ampararte en una cierta solidez, pero la ciencia-ficción no, porque implica siempre darle la vuelta a las cosas, ser capaz de reinterpretarlas, subvertir los territorios aparentemente más familiares. Y en mi caso, siendo, como soy, un amante de las ideas, esto es algo de lo que me enamoré profundamente en un momento dado de mi vida y a lo que he recurrido siempre”.
Su última película narra la historia de Nicolas (Henry Golding, Crazy Rich Asians), un joven que, tras perder a su novia Daniela (Beatrice Grannò, The White Lotus) en un accidente de tráfico, cae en depresión. Un día es invitado a formar parte, como conejillo de indias, de un tratamiento clínico experimental que le permitirá tener control sobre sus sueños, algo que Nicolas utilizará, sin dar cuenta de ello, para soñar con Daniela cada noche y reanudar su relación con ella, dando forma poco a poco a un mundo idílico en su imaginación en el que, de no tener cuidado, podría terminar quedando preso para siempre.
En este sentido, cuenta Vigalondo, hay un referente literario fundamental en la génesis de Daniela Forever. “Si hay un autor al que he tenido presente toda mi vida, y al que he querido citar directamente en esta película, es Philip K. Dick. Al final, Daniela Forever aborda una cuestión que está muy presente en su trabajo, en obras como Tiempo de Marte (1964) o Ubik (1969): el hecho que una realidad subordinada pueda acabar comiéndose a la realidad subordinante. En este sentido, si mi película esconde otra película, esa película escondida es una adaptación apócrifa de Philip K. Dick”, asegura el cántabro, que rastrea la semilla de Daniela Forever mucho tiempo atrás.
“Fue una idea que se me ocurrió hace mucho tiempo y que, como muchas de las ideas que tengo y que van al cajón de las oportunidades, no tenía demasiado valor por sí misma. Un día pensé qué pasaría si una película incluyese un flashback, o una escena onírica, o una secuencia que ocurre únicamente en la cabeza de un personaje y, de pronto, terminase dentro de ella. Y es que, generalmente, como espectadores tendemos a dar por hecho que lo que ocurre en la imaginación de alguien no tiene la misma categoría de acontecimiento que lo que sucede en su supuesta realidad”, reflexiona. “Me descubrí entonces muy intrigado por esta idea, por las implicaciones y connotaciones que podía tener. ¿Podemos contar con que el sueño puede ser algo más allá de esa dimensión simbólica que suele tener, algo que está pasando de verdad?”.
Años después, el director recuperaría aquella idea al verse afectado por una serie de preocupaciones y dolores relacionados con la madurez y el paso del tiempo. Temas como el duelo, la depresión o los hábitos que se creían opcionales y que terminan revelándose como condenas. “Cuando empecé a hacerme viejo y a nadar en océanos que uno ya relaciona con la cara B de su vida, es decir, con la segunda mitad, sufrí el duelo en mis propias carnes y empecé a conocer esa devastación que, en algunos momentos, nos impide querer levantarnos cada mañana”, recuerda.
Las realidades paralelas de Dick y su propia experiencia personal se dieron entonces la mano. El resultado es Daniela Forever.
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