Después del gran éxito de Sin novedad en el frente, el alemán Edward Berger estrena Cónclave, basada en la novela de Robert Harris, y con un estelar reparto anglosajón: de Ralph Fiennes a Isabella Rossellini.
Por Nando Salvá
Hace dos años acumuló reconocimiento y premios gracias a Sin novedad en el frente (2022), drama antibelicista que retrataba la angustia de un joven soldado durante la Primera Guerra Mundial. Su nueva película, Cónclave, transcurre en un campo de batalla menos sangriento, pero posiblemente casi tan brutal: el proceso de elección de un nuevo papa, durante el que los cardenales del Vaticano se recluyen para deliberar y que, al menos en este caso, conlleva un buen número de conspiraciones, secretos, traiciones e insospechables giros argumentales. Con Ralph Fiennes, John Lithgow, Stanley Tucci en sotana e Isabella Rossellini, de hábito.
¿Cómo se logra que una película sobre un puñado de hombres con sotana que participan en una votación provoque tanto suspense?
Supongo que mi gran acierto fue buscarme las fuentes de inspiración adecuadas. Quise que Cónclave se pareciera a los thrillers conspiranoicos que Alan J. Pakula dirigió en los años 70, como El último testigo (1974) o Todos los hombres del presidente (1976); esas películas eran el fiel reflejo de una época en la que reinaba la desconfianza y en la que la gente se sentía observada, y creo que nuestro presente es presa de sentimientos similares. En realidad, la película podría suceder en las altas esferas políticas de cualquier país, o en los despachos de una multinacional, o en la redacción de un diario, porque básicamente habla de luchas internas por el poder. Aunque también retrata el viaje interior de un cardenal, interpretado por Ralph Fiennes, con el que me identifico de forma muy íntima.
¿En qué sentido?
Ese personaje es un hombre sumido en las dudas acerca de su fe, y me identifico con él en cuanto que yo también me hago preguntas sobre el significado y el propósito de lo que hago.
Constantemente me pregunto, ¿debería seguir haciendo películas? ¿Por qué no cuento otro tipo de historias? ¿Tengo talento suficiente? Creo que esa forma de cuestionamiento es inevitable para cualquiera que se gane la vida haciendo algo que no es una ciencia exacta, como los cocineros, los periodistas, los profesores o, sí, los religiosos.
¿En qué medida trata Cónclave de desmitificar lo que sucede en el interior del Vaticano?
La película me ofreció la oportunidad de demostrar que los cardenales no tienen nada de divinos, que son tan humanos como usted y como yo. Todos los personajes de la película esconden secretos oscuros, y mienten, y cometen errores y pecados. Por eso me pareció interesante mostrarlos haciendo el tipo de cosas que nos resultan chocantes viniendo de ellos, como vapear o usar el teléfono móvil.
¿Es la Iglesia un asunto en el que tenías un interés particular antes de hacer la película?
Mis padres me introdujeron en el protestantismo, pero nunca he sido practicante. De todos modos, creo que la iglesia cumple una función importante. ¿Y si no tuviéramos templos, ni sinagogas, ni mezquitas, ni catedrales? Creo que, en cualquiera de sus variantes, la religión y sus iconos son generadores de identidad cultural, de tradición e Historia, y si ellos no existieran nos sentiríamos perdidos.
Tanto Sin novedad en el frente como Cónclave retratan mundos herméticos eminentemente masculinos. ¿Qué le atrae de esa clase de entornos?
Me interesa demostrar qué tóxicos pueden llegar a ser. Cónclave habla de la institución patriarcal más antigua del mundo y, al final de la película, en su epicentro se abre una grieta a través de la que pueden entrar la luz, el aire fresco y la posibilidad de un futuro más positivo e integrador. Y quizá también signifique que, tal vez, en el futuro, yo haré una película protagonizada exclusivamente por mujeres.