Por Nando Salvá
El segundo largometraje de Xavier Legrand puede verse como un reverso del anterior, que ganó cinco premios César y lo dio a conocer internacionalmente como uno de los autores más prometedores del cine europeo. Si Custodia compartida (2018) contemplaba a un padre que se convierte en monstruo al verse desposeído de su hijo, ahora El sucesor habla de un hijo que, de repente, descubre estar poseído por su padre. Y juntas, además, ambas ficciones confirman al francés como retratista preciso del terror provocado por la violencia doméstica que ejercen los hombres.
“Cuando presenté Custodia compartida me di cuenta de que para definirla siempre hablaba de ‘violencia contra las mujeres’, y de que esa expresión omitía al verdadero culpable: el hombre”, recuerda Legrand al explicar el origen de la nueva película. “Lo cierto es que los hijos también son víctimas del patriarcado, y yo he querido meditar sobre cómo ese fantasma indestructible que es la figura paterna nos influye a la hora de escribir nuestra propia historia”.
Al principio de El sucesor, Ellias Barnès (Marc-André Grondin) acaba de ser nombrado director artístico de una importante casa de modas, y mientras promociona su nueva colección se ve obligado a volar a Montreal tras conocer la muerte de su progenitor, con el que llevaba años sin tener contacto y de quien teme haber heredado una patología cardiaca. Lo primero que descubrirá al llegar es que el padre al que odiaba no era quien él creía sino otra persona con otra vida, aún más odiosa; lo segundo, que un corazón frágil no es lo peor del legado que ha recibido de él.
“Los lazos de sangre son una condena a perpetuidad porque determinan buena parte de lo que somos, aunque no queramos y ni seamos conscientes de ello, y ese vínculo puede atarnos de forma inevitable a lo brutal”, afirma Legrand, pero matiza. “No quiero decir que la violencia se transmita se lleve en los genes. Es una construcción mental y social, y una elección”.
La película se basa en La ascendencia, novela publicada por Alexandre Postel en 2015, pero se distingue de ella en varios aspectos, quizá ninguno tan crucial como este: el protagonista del libro se dedica a vender teléfonos móviles. “Transformarlo en diseñador me permitió cargar la historia de simbolismo”, aclara el director. “Como su padre, Ellias cosifica a la mujer, porque en el mundo de la moda los cuerpos femeninos son usados para exhibir ropa, y convertidos tanto en objeto de deseo para los hombres como en ideales de belleza peligrosos para las mujeres. Además, decidí que mi protagonista debía ser un hombre de mucho éxito porque quería que cayera desde muy arriba, como Ícaro”.
El sucesor, en efecto, toma varios préstamos de la mitología y la tragedia griegas –otro de sus referentes obvios es el mito de Edipo, el rey que mató a su padre–, y entretanto alterna momentos de intriga asfixiante con otros de comicidad macabra.
“Me gusta incomodar al espectador mostrándole lo que a lo mejor no quiere ver y sacándole temas de los que tal vez no quiere hablar”, asegura el director acerca del método que ha seguido desde que, a principios de la pasada década, tras haber ejercido de actor mucho en el teatro y algo menos en el cine –un dato curioso: apareció como extra en Adiós, muchachos (1987), de Louis Malle–, decidió contar historias de otra manera.
“Al principio, intenté escribir teatro, pero me di cuenta de que mi escritura es más cinematográfica y escribí un cortometraje, y el productor que lo leyó me animó a que me encargara yo mismo de dirigirlo pese a no tener ninguna experiencia”, cuenta Legrand. Y es cierto que, en Antes que perderlo todo (2013), en su día ganadora de un César y nominada al Oscar, ya se detectaba la actitud provocadora de la que el director habla, y que se ha ido viendo incrementada en Custodia compartida, primero, y ahora en El sucesor, sobre todo.
“Al ver la película muchos espectadores criticarán las decisiones de Ellias, pero espero que luego se hagan una pregunta: ‘¿Qué habría hecho yo en su lugar?’. Quizá ellos mismos se sorprendan con la respuesta”.
Fotos: Juan Naharro Gimenez (Getty Images)
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