El alemán Moritz Mohr debuta en la gran pantalla con Kill Boy, una de acción y venganza que produce Sam Raimi y protagoniza Bill Skarsgård (It).
Por Pelayo Sánchez
Desde joyas del kung-fu setenteras hasta violentísimos spaghetti westerns, pasando por clásicos modernos del cine de acción hollywoodiense. En Kill Boy está todo eso y mucho más. “Básicamente, cogimos todo aquello que nos encanta, lo pusimos junto y tratamos de dar forma a algo que tuviese sentido”, cuenta Moritz Mohr, director de esta coproducción germano-estadounidense protagonizada por un Bill Skarsgård imbatible (y mudo) que narra, en clave de serie b y desde el humor más negro, delirante y disparatado, la historia de un joven sordomudo que busca venganza.
Kill Boy ha tardado casi una década en hacerse realidad.
Ha sido un proceso largo, sin duda. En 2016 juntamos algo de dinero y logramos rodar un concept tráiler. Tardamos casi un año en terminar una pieza que duraba apenas medio minuto. Nadie del equipo cobró. Allí ya estaban el tema y la idea centrales de lo que sería la película; también la fusión de humor y violencia extrema, y toda la locura que rodeaba al mundo en el que se ambientaba la historia.
Y entonces entró Sam Raimi.
Ese fue el auténtico gran paso adelante. Un buen amigo mío llevó aquel pequeño tráiler al American Film Market, un tiempo después de que lográsemos terminarlo. Allí conocí a Sam Raimi. “Es genial. Creo que podríamos hacer una gran película con esto”, me dijo. Y entonces arrancó todo: me di cuenta de que la cosa iba en serio.
¿Por qué crees que a Raimi le gustó tanto la idea?
Sam es conocido principalmente por sus comedias de terror. Kill Boy era otra cosa, sí, pero también reunía muchos patrones propios de su cine: es una película que fusiona muchos géneros, desde la acción exacerbada a la comedia negra, con ese tono oscuro tan particular.
Bill Skarsgård interpreta al personaje principal, ¿por qué pensaste en él?
Cuando el guion estuvo terminado, la gran cuestión pasó a ser esa: ¿quién va a ser el protagonista? “La película se llama Kill Boy, no Kill Man”, pensamos. Necesitábamos a alguien que tuviera un punto de inocencia. No queríamos al típico héroe de acción de otras películas que ya tuviese cientos de muertes a sus espaldas. En ese sentido, Bill era perfecto: además de ser un actor con una fisonomía muy particular y unas dotes interpretativas impresionantes, nunca había hecho una película de acción.
Además, interpreta a un personaje que se expresa únicamente con el cuerpo: no tiene una sola línea de diálogo.
Nuestra idea era buscar algún elemento diferenciador. “¿Qué podemos hacer para que sea alguien especial?”, nos planteamos. Sería mudo, y eso diferenciaría la película del resto de historias de venganza que hemos visto en pantalla.
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