Entrevistamos a Alexandra Jiménez, que protagoniza ‘Buscando a Coque’: «La música de Coque Malla conecta con una parte de mi adolescencia»

Alexandra Jiménez

De pequeña, Alexandra Jiménez nunca quiso imaginarse cómo sería vivir de la que ahora puede llamar su profesión. Años después, convertida en una de las intérpretes españolas más exitosas, estrena Buscando a Coque, un homenaje al ídolo de su adolescencia. 

Por Enid Román Almansa

No puedo vivir sin ti la escribió Coque Malla, pero la cantaban Los Ronaldos. A los que les parezca una
afirmación obvia, seguramente sea porque pueden considerarse verdaderos fans. No es el caso del personaje de
Alexandra Jiménez (Zaragoza, 1980) en Buscando a Coque, su nueva comedia romántica, aunque sí que es el de la
propia actriz, para la que el cantante fue una pieza clave en su adolescencia.

Si le hubiesen dicho cuando soñaba con la interpretación (o, más bien, con vencer su timidez ante la cámara) que
acabaría compartiendo pantalla con él, seguramente no se lo habría creído. Sin embargo, recién estrenado 2024, aquí está, junto a Hugo Silva, para mostrarnos qué pasaría si un hombre descubriese que su mujer se ha acostado con su cantante favorito.

¿Cuál era tu conexión con la música de Coque Malla y la canción No puedo vivir sin ti antes de esta película?

Para mí, la música de Coque Malla conecta con una parte de mi adolescencia en la que no solamente era
fan del cantante sino también del actor. Veía películas que había rodado como Todo es mentira y Nada en la nevera y me encantaba verle a él.

Haber hecho esta película, que es un homenaje a él, conectaba con una parte importante de mí. Además, la banda sonora es exclusivamente suya y cada tema conecta con un momento que tiene mucho que ver en la película, así que la presencia de su música de cara a la historia y a los personajes es absoluta.

El personaje de Hugo Silva es tan fan de él que tiene tatuada una de sus letras en el brazo. Si tuvieses que hacer lo mismo, ¿a quién te tatuarías?

Uy… Es difícil… No sabría decirte, la verdad, porque, de todas formas, creo que lo último que haría en esta vida es
hacerme un tatuaje [se ríe]. Sé que me arrepentiría en cualquier caso, tarde o temprano, así que el concepto de
tatuarme es algo que me resulta muy inquietante. Puede apasionarme algo o alguien, pero un tatuaje no me haría.

Tu personaje es infiel a su marido, con el que tiene una relación muy especial.

Sí, tienen una relación preciosa porque son una pareja que se conoce mucho, llevan 17 años juntos y se quieren muchísimo, pero de pronto sucede este acontecimiento que no es una infidelidad como cualquier otra, sino que es una infidelidad con el ídolo de uno de ellos. Evidentemente, el dolor y el desconcierto que genera en él es inevitable, pero, al mismo tiempo, al ser una figura tan admirada e inalcanzable, les genera una distancia suficiente como para hacer todo ese recorrido que vemos en la película. Lo más interesante son todas las conversaciones que tienen entre ellos exponiendo toda su vulnerabilidad, su patetismo y sus miedos.

Resulta muy entrañable ver a dos personajes tan maravillosos y divertidísimos. Al final, de lo que se está hablando es de dos personas que han cumplido cierta edad y que no han visto realizadas ciertas expectativas, de crisis que tienen que resolver, tanto en pareja como a nivel individual.

¿Cómo ha sido trabajar con Hugo Silva y el resto del equipo?
Los diálogos son tan geniales… Obviamente, cuando hacemos promoción tenemos que decir las cosas buenas, pero es que ¡es verdad que he disfrutado tanto! Nunca había tenido diálogos tan redondos y, verdaderamente, no había nada que mejorar improvisando. Lo único que teníamos que hacer era no cagarla.

Estaba tan clara la musicalidad sobre el papel que ha sido una gozada. No todos los rodajes son así, pero, en este
caso, había un trabajo exhaustivo de ensayos y precisión que contrasta con la ligereza de la historia que se está
contando. Además, Buscando a Coque me recuerda mucho a las comedias románticas clásicas a pesar de que, al mismo tiempo, tiene una propuesta muy actual y moderna en muchos sentidos. Pero hay algo del buen hacer, de comedia clásica, de una estructura muy estudiada de las comedias de antes que a mí me encanta.

De tu carrera siempre suelen destacarse papeles como el de África en Los Serrano o la serie La pecera de Eva. Para ti, ¿Cuál ha marcado un antes y un después?

Siempre hay momentos que son importantes y que te marcan en los que, de pronto, te tienes que enfrentar a algo que no habías hecho antes, y eso cambia las cosas. Por ejemplo, a mí, recientemente, un papel que sí que me supuso una transformación a nivel personal fue Escándalo. Relato de una obsesión, una serie que se estrenó este año pasado y que ha estado en Prime Video también.

El personaje era de una complejidad tremenda y adentrarte además en esa oscuridad y en una cabeza completamente disfuncional era algo que no había hecho nunca y que para mí sí que supuso un cambio fuerte
como actriz.

A la vez que sigues encontrando nuevos retos, trabajos como los de Los Serrano están resurgiendo con una nueva generación que le ha vuelto a dar una oportunidad a la serie. ¿Cómo lo vives?

Me parece casi milagroso y precioso que suceda porque uno lo que espera es que, pasado el tiempo, las cosas se
queden atrás y que, para el que lo vio en su momento, forme parte de él. Es como lo que era para mí Coque Malla en mi adolescencia: son cosas que hemos ido viendo, series y películas que forman parte de todos nosotros, pero lo bonito es que de repente haya una transmisión de eso mismo a una nueva generación.

Además, me doy cuenta de que la ven y siguen identificándose. Es sorprendente y es precioso, aunque también es
verdad que, al final, los conflictos siempre son los mismos y siempre lo serán, esencialmente. Luego la forma
de hablar y la expresión externa va cambiando, pero, si está bien anclado y está bien contado, conecta con las
siguientes generaciones.

Durante aquellos años, ¿Cuál era tu trabajo soñado?

No me imaginaba tan a largo plazo las cosas. Mi preocupación era, el primer día de la escuela de interpretación, conseguir decir mi nombre sin quedarme en blanco [se ríe]. Con la timidez tan tremenda que tengo pensaba: “¿Seré capaz de hablar delante de toda esta gente? ¿Seré capaz de ponerme delante de la cámara?”. Mis objetivos eran el
poder superar las dificultades en el momento y, por supuesto, la fantasía de poder vivir de esto y de hacer películas.

Pero era algo inocente, en el sentido de ir pasando pantallas distintas con dificultades diferentes que vas superando y que te vas dando cuenta de que sí eres capaz de hacerlo. Cuando me paro a pensar, la primera sorprendida de llevar tantos años trabajando en esto soy yo y, claro, lo que siento es gratitud, aunque el proceso sigue siendo el mismo. Vas avanzando paso a paso, y cada paso cuenta para el siguiente.

Otra de las cosas que vas aprendiendo con el tiempo es a separar la vida personal de la profesional. Tú no tienes redes sociales. ¿Crees que son negativas para las nuevas generaciones de actores?

Creo que ahora todo el mundo siente esa presión de las redes, da igual que tengas 60 o 16 años. Si no tienes redes
sociales parece que no existes, que no cuentas o que no tienes nada que aportar al mundo. En el caso de los
actores, creo que tenemos un trabajo en el que mostrar de más entorpece lo que haces. Es como si un mago te
enseña todos sus trucos de magia, carece de sentido.

Si te doy demasiada información sobre mi personalidad, cuando yo interprete una personalidad en pantalla, va a entorpecer el cuento que te quiero contar a través de esa historia. En mi cabeza es incompatible, pero veo que debo de estar equivocada porque, si no, ¡no estaría todo el mundo en ellas! [se ríe].

Fotos: Pablo Cuadra / Juan Naharro (Getty Images)

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