Estíbaliz Urresola, nominada a Mejor Dirección Nobel, habla sobre su ópera prima, ‘20.000 especies de abejas’, que opta a Mejor Película

Estibaliz Urresola Solaguren

Por Begoña Piña

Es la primera mujer cineasta española que compite por el Oso de Oro en la Berlinale con una ópera prima. Autora de unos cuantos cortometrajes premiadísimos, especialmente el más reciente, Cuerdas, Estibaliz Urresola ha debutado en el largometraje de ficción con una película emocionante y valiente, que está de absoluta actualidad.

Historia de una niña trans y del proceso de aceptación de su familia, 20.000 especies de abejas se alzó con el Oso de Plata a la mejor interpretación protagonista para la pequeña Sofía Otero. Además, la película fue reconocida con el premio Guild Film Prize que otorgan los exhibidores alemanes a la mejor película en competición, así como con el Berlinale Morgenpost Readers’ Jury Award.

Patricia López Arnáiz, Ane Gabarain e Itziar Lazcano acompañan a la niña en los papeles de la madre, la tía abuela y la abuela. Son las mujeres de esta colmena familiar.

El suicidio de un adolescente trans en Euskadi en 2018 fue el detonante de la película. ¿Cómo fue la investigación sobre el tema antes de escribir el guion?

Mi primer impulso fue acercarme a conocer, saber, investigar. No tenía en ese momento todavía ninguna intención, sólo quería comprender más la situación. En 2018, al menos en el País Vasco, el tema de las infancias trans no estaba en el debate social ni mediático. En Cataluña ya había por entonces unidades de género y seguramente ya venían haciendo un trabajo en este tema, pero en el País Vasco, no. Comprender más esa realidad en lo personal me llevó a acercarme a las familias y ahí empezó para mí un viaje de aprendizaje, de descubrimiento y de relaciones. Entablé un vínculo muy especial con algunas familias.

¿Qué descubrió en ese proceso?

Uno de los datos que descubrí en estas investigaciones, que también me pasaban desde la asociación (Naizen, Asociación de Familias de Menores Transexuales), es que en los casos de menores no aceptados por la familia se producen hasta un 40% de intentos de suicidios en la edad adulta. Quiero dejar claro que el caso de Euskadi no fue así, ya estaba aceptado por su familia y por el colegio, por lo tanto no solo es la familia, hay muchas otras instancias sociales, pero es verdad que la familia, en tanto que es la primera instancia social a la que accedemos, es fundamental y ese reconocimiento dentro de tus primeros referentes y seres más queridos es muy necesario.

Estíbaliz Urresola - Málaga

¿Por eso centra la historia en la familia?

Sí. Fue a partir de ahí cuando empecé a vislumbrar que quería hacerlo en el marco de la familia y contar cómo esa familia comprende ese tránsito. Porque otra de las cosas que más me fascinó de todo este proceso fue cuando varias de estas familias me dijeron que habían sido ellas las que habían hecho el tránsito, no lo niños y niñas.

Y dentro de la familia, las mujeres. ¿Esa es la colmena de esta historia?

La reunión de estas mujeres me lleva a la imagen de la colmena, que sobre todo es un grupo compuesto por abejas hembras. Lucía, en tanto que niña trans, está poniendo en evidencia su viaje y cuestionando la construcción de género de lo femenino y me interesaba también abordar esto coma tema. Y para ello sentí que era interesante reunir a mujeres de distintas generaciones, que pueden ser la madre, la abuela y junto a esta, la tía abuela. Estas dos, a pesar de pertenecer al mismo momento histórico, han llevado dos vidas muy distintas. Reuniéndolas a todas podía reflexionar un poco más sobre hasta qué punto la identidad de género de todas estas mujeres ha afectado a su experiencia de vida y las ha limitado en cuanto a la libre vivencia de su persona, de su deseo profesional, de su deseo sentimental…

De ellas, no es la más joven ni la más moderna la que más entiende y acepta. ¿La comprensión en el tema de las infancias trans es una cuestión de empatía más que de edad?

Sí, tiene más que ver con la empatía, con la escucha. Quería dotar a todos los personajes de sus contradicciones, de sus luces y de sus sombras. Y eso te pide comprender también las propias limitaciones y frustraciones que trae cada mujer, fruto de un momento histórico. Esas frustraciones son imposible no volcarlas en quien tenemos enfrente.

Estíbaliz Urresola y equipo - Berlín

La película arranca con un ritmo que se ralentiza cuando los personajes llegan a esa pueblo, ¿cuál era la intención de ese cambio de ritmo?

Creo que vivimos en un mundo muy ruidoso, muy acelerado y muy atento a lo urgente y no a lo importante y esa era la forma en que quería arrancar la película. Una familia de tres hijos, los padres en medio de una separación, moviéndose con rapidez, sin tiempo para detenernos a mirar y comprender. Y frente a eso, el personaje de la tía abuela, la apicultora, que, quizá por haber querido vivir su vida lo más coherente y acorde consigo misma, ha tenido que pagar el precio de la soledad y de vivir un poco al margen. Sin embargo, esta circunstancia da la capacidad de silencio y de observar, de generar un espacio donde las cosas puedan suceder y simplemente observarlas como un testigo silencioso atento a lo que en otros escenarios, por el ritmo, por el ruido y por todo lo que traemos que nos ciega, aunque se esté expresando, no somos capaces de verlo.

¿La descripción que hace de la apicultora podría definir también la apuesta de la narrativa visual de su película?

El personaje de Lucía encuentra una sutil violencia en los espacios que transita más sociales, como las piscinas municipales, el entorno familiar… Luego se retira de ellos y empieza a pasar más tiempo con el personaje de la tía abuela, y es ahí donde me interesaba explorar un viaje más sensorial, donde se puede acompañar mejor esa capacidad que tienen las niñas y los niños de entrar en contacto con el mundo a través de todos los sentidos. Me interesaba narrativamente poder explorarlo a partir de ese momento en que se retira de lo social y pasa más tiempo con la tía.

El cine, su película, ¿cómo participa en el debate abierto hoy?

Para mí era importante aportar la luz en el tratamiento de la película, porque creo que es muy importante cambiar las narrativas que se vienen haciendo de los personajes trans, que siempre están ligados a estigmas, a situaciones de sufrimiento, de dolor, de violencia… Creo que es importante para este colectivo y para las infancias poder encontrar en la pantalla referentes con los que querer identificarse. Eso espero que pueda ser un aporte que hace la película al debate social, porque al final el tránsito lo hacen las familias, no sus hijos. Transitar la mirada es algo para lo que el cine tiene capacidad. Que sean capaces de ver algo de una forma nueva, distinta a la que han accedido hasta ahora, fruto de los discursos no solo narrativos, sino mediáticos que condicionan mucho la forma en la que nos acercamos a esta realidad.

Sofía Otero - Oso de Plata en Berlín

Sofía Otero, que siempre fue Lucía

Es la actriz más joven que ha ganado un Oso de Plata en la Berlinale. Tiene sólo nueve años, pero su interpretación de una niña trans en 20.000 especies de abejas es incontestable. En la película interpreta a un niño que no se reconoce con el género asignado, tampoco con el nombre. Ella quiere que la llamen Lucía.

Sofía Otero, la pequeña de cuatro hermanos, hizo varias pruebas de casting para la película. La directora Estibaliz Urresola la veía perfecta para un personaje secundario y, obsesionada por encontrar a su protagonista ideal, no pensó al principio en ella para que liderara la historia. Sin embargo, todo ese tiempo la tuvo delante y, finalmente, tras trabajar con unas 500 niñas y cuando el proceso se alargaba ya demasiado, optó por probarla para el personaje de Lucía.

Acompañada por una coach, Olatz Beobide, la pequeña actriz –lo mismo que los otros niños que aparecen en la película- no tuvo acceso al guion en ningún momento del rodaje, ni ensayaron frases con los actores adultos y la directora. El equipo tendió a trabajar con ella como si fuera un juego, un divertimento que seguía cuando estaban fuera del set, intentando así que no tuviera ni un momento de aburrimiento. Además de la mirada maravillosa de la pequeña Sofía Otero, Beobide ha destacado de ella una sorprendente capacidad para improvisar.

Fotos: Gerald Matzka, John Macdougall, Juan Naharro Gimenez, Tobias Schwartz y Carlos Álvarez (Getty Images)

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