Fernando Trueba y Javier Mariscal nos cuentan todo sobre ‘Dispararon al Pianista’: “Llegué a estar totalmente obsesionado»

Mariscal

En Dispararon al pianista, el director Fernando Trueba y el ilustrador Javier Mariscal vuelven a unir esfuerzos creativos, tras Chico y Rita, para descubrir qué le ocurrió al músico brasileño Tenório Júnior.

Por Begoña Donat

A Fernando Trueba le ha perseguido desaparición del pianista brasileño Tenório Júnior durante largo
tiempo. Lo descubrió de casualidad, en 2005, escuchando un disco de jazz de los años 60. En aquella maestría al teclado creyó reparar en João Donato, pero en su lugar descubrió a un músico representativo de la bossa nova que no grababa desde hacía más de tres décadas.

A bote pronto, dedujo que habría muerto por una cuestión de drogas o un accidente de tráfico, finales trágicos
habituales de los artistas del periodo. Pero, de nuevo, estaba equivocado. Con tan solo 35 años de edad, Tenório fue secuestrado en Buenos Aires durante una gira en la que acompañaba al músico y poeta brasileño Vinícius de Moraes, torturado y asesinado. Su cuerpo nunca fue encontrado.

Como un metódico periodista de investigación, toda vez que el director madrileño ha visitado Río de Janeiro toda vez que el director madrileño ha visitado Río de Janeiro en los últimos años, ha ido sumando entrevistas para averiguar los detalles tras la volatilización del pianista el 18 de marzo de 1976. “Llegué a estar totalmente obsesionado. Me enganchó a un nivel que no te puedes imaginar: tenía que reprimirme para no estar hablando de ese misterio todo el rato”, comparte el realizador, quien, finalmente, encauzó su fijación en una película, Dispararon al pianista.

Una propuesta en la que repite tándem creativo con el diseñador e ilustrador valenciano Javier Mariscal,
junto al que estuvo nominado al Oscar por su anterior proyecto conjunto, Chico y Rita (2011).

En total, la película es un compendio de más de 150 testimonios. Hay familiares, amigos y estudiosos de la
historia del periodo, caso del periodista estadounidense John Dinges, autor del libro Operación Cóndor: una década
de terrorismo internacional en el Cono Sur. Entre los entrevistados también destacan grandes figuras de ese encuentro revolucionario entre la samba y el jazz, como Caetano Veloso, Milton Nascimento, Gilberto Gil, Paulo Moura, Toquinho, Mutinho, Chico Buarque, Paulo Moura… Como guinda, el conjunto está punteado de cameos que hubieran sido imposibles en el cine de imagen real a cargo de los ya fallecidos Ella Fitzgerald, Vinícius de Moraes y Bebo Valdés.

Ahí residió, precisamente, la elección del género de animación, en traer a la vida a todos esos grandes de la
música. Principalmente, a Tenório. “Si hubiera hecho un documental de bustos parlantes hubiéramos hablado de un
desaparecido, pero la animación me permitía verle joven, tocando, grabando su primer álbum, del que no existen más que las fotos que aparecen en el disco.

«Así le hemos regalado un poco de vida en la pantalla”, agradece Trueba, quien también destaca la posibilidad que le
dieron los dibujos de Javier Mariscal para evocar aquella pequeña calle situada en Copacabana donde estuvo el meollo de todo aquel movimiento urbano, el Beco das Garrafas.

Toda esa algarabía y ese latido musical contrastan con la investigación llevada a cabo por el protagonista del filme, un periodista del New Yorker que prepara un libro sobre el añorado pianista. El doblaje del personaje corre a cargo
de Jeff Goldblum. No sólo por su vieja amistad con Trueba, bajo cuyas órdenes trabajó en El sueño del mono loco (1989), y su afición al jazz, sino porque, en opinión del cineasta español, “es la voz
más bonita del cine estadounidense”.

En Dispararon al pianista sólo hay tres personajes de ficción: el citado reportero, que hace las veces de álter ego de Trueba, su editora y un amigo brasileño que lo ayuda en sus averiguaciones.

En la vida real, el director de la oscarizada Belle Époque (1992) contrató a un documentalista llamado Antonio
Venancio para que le asistiera en el trabajo de archivo, tanto con materiales grabados, musicales y audiovisuales,
como impresos, en documentos oficiales y en la prensa. Entre todo lo que rastreó, le habló de un rollo de película en 16 milímetros, inédita, de una entrevista a Vinícius de Moraes en Buenos Aires.

La grabación, realizada la mañana del golpe de Estado en Argentina, cuando los tanques ya estaban en la calle, se quedó en un cajón. Sin emitir ni etiquetar. “El poeta aparece humildemente asustado y preocupado, pidiendo ayuda porque su pianista, un gran músico y buena gente, ha desaparecido. Es una botella al mar”, describe Trueba.

El video, uno de los momentos más conmovedores de la película, se reproduce con una animación diferente
del resto. También tiene una textura distinta la visita que hace el periodista estadounidense a la Escuela de Mecánica de la Armada, centro clandestino de detención, tortura y exterminio en Buenos Aires, hoy espacio de memoria, donde una guía embarazada le describe el uso que se daba a las estancias.

«A nivel de lenguaje, la película consta de dos partes muy diferenciadas: el mundo real, donde tienen lugar las
pesquisas del periodista, y los recuerdos de los entrevistados. El primero está tratado de una manera hiperrealista, muy documental, donde los vasos de cerveza y las sillas son los mismos que se usan en una cafetería de la playa
de Ipanema.

En este caso imitamos el estilo de Hergé, el gran maestro de la línea clara, en Tintín, y el cine noir, con
códigos de blanco y negro. Lo segundo, en contraste, son las memorias de los entrevistados, una distorsión total que no tiene nada que ver con la realidad. De modo que empleamos otra carta de colores y personajes mucho más locos, mucho más ¡guau! Por ejemplo, cuando la mujer de Tenório, Carmen, explica cómo se enamoraron, es más de cuento de princesas y como aquellos cómics de chicas en los años 60”, detalla Mariscal.

La pareja de directores ha puesto la animación al servicio de la memoria histórica en un alegato contra los totalitarismos que es documento musical, thriller político, drama humano y reportaje de investigación. Una virguería que contrasta la hermosura de la bossa nova con el horror de las dictaduras latinoamericanas.

Fotos: Carlos Álvarez (Getty Images)

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