Francesca Archibugi habla sobre su nueva película, ‘El colibrí’

Francesca Archibugi y Nanni Moretti

Pierfrancesco Favino, Nanni Moretti y Bérénice Bejo protagonizan El colibrí, el bestseller de Sandro Veronesi, ganador del Premio Strega en 2020. La veterana directora Francesca Archibugi (Al anochecer) comparte su historia personal del salto a la pantalla de una novela tan popular.

Por Marco Cacioppo

Para Francesca Archibugi, El colibrí no es solo el relato humano y sentimental de la vida de Marco Carrera, interpretado por Pierfrancesco Favino (Nostalgia), sino una oportunidad de mirarnos al espejo para descubrir quiénes somos y de dónde venimos. La esperada adaptación de la novela de Sandro Veronesi, ganadora del Premio Strega en 2020, cuenta con un reparto de estrellas italianas: Pierfrancesco Favino (en el papel de Marco, el protagonista), Nanni Moretti (como su psicoanalista), y Bérénice Bejo, Kasia Smutniak, Laura Morante y Benedetta Porcaroli son las mujeres que desempeñan un papel clave en las distintas etapas de la vida de Marco, desde los años 70 hasta un futuro próximo. Es un período de tiempo amplio e intenso, construido a partir de coincidencias fatales, pérdidas y amores ciegos, en el que nos dejamos llevar por la fuerza de los recuerdos del protagonista, que le permiten saltar de un determinado momento a otro, de una época a otra. Al igual que el diminuto pájaro del título que, con su infinitesimal batir de alas, va de flor en flor, sin detenerse jamás.

¿Fue idea tuya adaptar El colibrí?

Había leído el libro de Sandro y me encantó, pero desde luego no había pensado en adaptarlo. Fueron Domenico Procacci [el productor] y el propio Sandro [Veronesi] quienes me lo propusieron, y eso me llenó de orgullo, pero también multiplicó por tres mi miedo escénico. Se trata de un libro hermoso y complejo. Escribí el guion junto a Francesco Piccolo, con quien trabajo desde hace muchos años, y, por primera vez, con Laura Paolucci.

¿Qué es lo que más te impresionó de la novela?

La viveza de los personajes. En primer lugar, la de Marco Carrera, y luego la de los demás miembros de esta familia burguesa. No es fácil llevar la burguesía a la gran pantalla. El cine, y especialmente el cine italiano, se ha vuelto insensible. En el cine se han perdido las ganas de mirarse al espejo.

¿Por qué crees que es así?

Porque te hace daño. No hablo de películas sobre siniestros burgueses, porque el cinismo nos hace distanciarnos de todo. Me refiero a mirarse a uno mismo, con todo el espectro de sentimientos que ello conlleva. Sandro, como todos los grandes escritores, no teme decir la verdad, para bien o para mal. Porque también en las peores familias hay profundos lazos. En la de El colibrí hay una hermana suicida, hay una relación agotadora y difícil entre los padres. Y un personaje como Marco, que no quiere ver la realidad porque no quiere enfrentarse al lado negativo de los lazos profundos y, sin embargo, sueña con un amor que le devuelva toda la positividad de su relación con Luisa Lattes. Y aquí Sandro es honesto, dice la verdad. Y la verdad está hecha de todos los sentimientos. Es un aspecto que me fascina y que trato de contar sin caer en el tópico de que, si eres burgués, eres malo, mientras que, si eres del lumpen-proletariado-marxista, eres un malo bueno.

 

No hay que buscar justificación.

Exacto. Es un problema de falta de valor para mirarnos al espejo. No podemos hacer crítica y aceptarnos como somos. El único que tal vez lo haga, y con crueldad, es Nanni Moretti. Pero lo hace sobre sí mismo, como una especie de San Sebastián mártir. 

¿Por eso le diste el papel de psicoanalista?

Me costó una decena de almuerzos y unas cuantas cenas convencerlo. Llevo pidiéndoselo desde mi primera película, Mignon vino a quedarse (1988). Esta vez, creo que ha aceptado por aburrimiento.

Como mujer, ¿te viste más en el personaje de Carrera o te identificaste en alguno de los muchos personajes femeninos que le rodean?

Un narrador, en general, no se ve a sí mismo en el personaje según el género. El narrador es omnisciente. Dicho esto, uno de los elementos más sólidos de la narrativa es de dónde provienes. Así que, ser mujer, me hace narrar a mi manera, como mujer. No importa a qué personaje me enfrente. Piensa en El poder del perro. Me parece asfixiante, no creo que las mujeres solo tengan que ocuparse de mujeres o de historias de mujeres. Las mujeres deben ocuparse, como mujeres y desde su punto de vista, incluida la narrativa, de todo. 

Tuvisteis que elegir a la hora de hacer la adaptación, ¿o conseguisteis que todo encajara?

La cosa no funciona así. Hemos intentado conservar el espíritu del libro, que es un compendio de escenas de una vida volcadas a lo bestia, a saltos, con tan solo los hechos más destacados. El desquiciamiento temporal del libro era una sugerencia abrumadora y una directriz de la que no podía escapar. Hemos intentado recuperar su invención de contar las cosas por sus lazos subterráneos y no por los cronológicos. Y en una película, las imágenes son tan inequívocas, que ni siquiera necesitas ponerles fechas para saber dónde estás en todo momento. 

El colibrí (Francesca Archibugi)

¿Se ha involucrado Sandro Veronesi, el autor, en la adaptación? 

Sandro es una persona de gran elegancia. Así que guardó las distancias a la vez que se mantuvo cálidamente cercano. No se ocupó del guion, pero cuando se lo dimos para leer hizo dos o tres observaciones, siempre con educación y respeto. Por otra parte, para un escritor, el libro está ahí y para siempre. Una película no se carga un libro. Un libro y una película siguen teniendo vida propia, contigua, paralela, pero independiente.

Me equivoco, ¿o El colibrí es un compendio de las historias que has contado hasta ahora?

Así es. Contiene muchos aspectos que ya había intentado desarrollar en mis anteriores películas. Lo siento muy mío. Tan cerca, que es casi como si viniera de dentro de mí.

Y luego está la familia, el tema de la enfermedad, tanto física como mental, la relación con el psicoanalista…

Y mi país. Esta maldita y bendita Italia nuestra, en la que estamos todos envueltos, sin paz.

¿Cómo ha sido trabajar con los actores? 

Las películas se hacen con una claqueta abierta. De nada sirve ensayar, como en el teatro. Tienes que interpretar en grupo, porque aprovechas para hablar de la película y de lo que estás haciendo. Y más útil resulta ir a comer o cenar con los actores, a solas, para hablar del personaje. Renoir decía que el cine debe tener siempre una ventana abierta a lo imprevisible.

¿Alguna escena en particular de la que hayas aprendido, tanto técnica como emocionalmente?

Una pelea entre Kasia y Picchio [Favino], o sea, Marco Carrera y su mujer, cuando se cuentan la verdad y él se entera de ciertas cosas sobre ella. Fue todo un reto, tanto de interpretación como de puesta en escena, porque no tuve ni que intervenir. Me encantó.

El colibrí (Francesca Archibugi)

Fotos: Vittorio Zunino Celotto (Getty Images)

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