En Unicornios, ópera prima de Àlex Lora, la actriz catalana se adentra en un nuevo universo. Un drama más cercano a su generación, en el que interpreta a una influencer ambiciosa que no cae demasiado bien.
Por Begoña Piña
Ganó la Concha de Oro a la mejor actriz con 24 años, por su papel en La hija de un ladrón, película de Belén Funes en la que compartía protagonismo con su padre, Eduard Fernández. Aquel era un personaje duro, de un cine social en la mejor tradición del género en Europa, con el que Greta Fernández (Barcelona, 1995) demostraba muy pronto su talento para el drama. Ahora, solo cuatro años después, repleta de nuevos proyectos, se ha acercado a un universo completamente diferente con Unicornios.
Primer largometraje de Àlex Lora, en él la actriz da vida a Isa, una joven influencer, ansiosa de éxito, dominada por la ambición. Es una mujer que arrastra las consecuencias de la separación de sus padres y una carencia afectiva que la han confundido. Y en su desconcierto emocional huye hacia delante, abanderando una vida de relaciones abiertas y de supuesta independencia que la van sumiendo en un pozo oscuro de soledad. No cae bien Isa, pero eso, por lo que incomoda, le gusta a Greta Fernández, que vive un espléndido momento en su carrera.
Concentrada en un curso de teatro con Andrés Lima, espera el estreno de Teresa, de Paula Ortiz, donde interpreta a Teresa de Jesús en su juventud; Los bárbaros, ópera prima de Javier Barbero y Martín Guerra, y una producción internacional, Cuckoo, del alemán Tilman Singer, con la que se lanza al cine de terror.
Isa es un personaje muy antipático, por momentos desagradable, ¿sientes que es un poco la atmósfera que se vive hoy?
No es una persona a la que no haya conocido nunca, tiene maneras de reaccionar y de vivir que pueden ser comunes en muchos jóvenes de hoy en día. Cae mal, por momentos es desagradable, y eso se me hacía extraño por los personajes que he interpretado antes, pero he intentado defenderla, humanizarla, conectar con ella para intentar que se haga querer. Hablando con Álex Lora nos dimos cuenta de cuántos personajes masculinos que son realmente desagradables y malas personas al espectador le caen bien. Sin embargo, la mujer si es antipática y borde… Estamos acostumbrados a ver a los hombres así y no se comenta nada.
La representación femenina en el cine…
Totalmente, porque una cosa es ser un asesino, por ejemplo, y otra cosa es Isa, que es una niña que está perdida, que es antipática, pero no es mala persona, lo que le pasa es que no sabe hacerlo mejor. Sí, cae mal, pero a mí me parece bien que caiga mal. Es incómodo.
Hay un momento en que el personaje cree que ha descubierto el feminismo… ¿es así en alguna gente joven o es pura confusión del personaje?
Yo a Isa la veo un poco confundida con todo, tiene un discurso un poco regulero con casi todo lo que piensa, con las relaciones abiertas, con las amigas… No la voy a poner de víctima, pero es verdad que tiene una carencia emocional muy fuerte y eso es algo que trabajamos mucho. Es un topicazo, pero es verdad que marca tus relaciones con los demás.
Como el personaje, eres influencer, ¿pero cómo te llevas con las redes sociales?
Tengo muy buena relación con las redes sociales, siempre la he tenido. Otra cosa es que tenga momentos en que esté más enganchada o más pendiente, pero no es una relación que me cree de ansiedad, inseguridad ni dudas. Si me pasara eso, sería un toque de atención de que no me está sentando bien. Me sirve, además, como herramienta de trabajo, me ayuda a decidir qué hago y qué no hago en el cine. Y lo disfruto, porque me gusta la moda, la fotografía, la estética, montar vídeos… eso lo hago desde pequeña. Comparto mi lado artística en las redes.
¿Te gustaría hacer más cosas más allá de la interpretación?
Sí, tomar otros caminos, escribir, grabar, montar… no lo descarto, pero ahora no me llama tanto. Yo me muevo por impulsos y me funciona porque cuando haces algo obligada, se nota mucho. Estoy en un momento de mi carrera ahora en que estoy arriesgando mucho y decidiendo qué sí y qué no y por dónde quiero ir.
¿Y por dónde quieres ir?
Las películas me van llevando para un lugar o para otro. Ahora quería hacer una película más cercana a mi generación, a la gente joven, y acercarme a ese público. Siempre he hecho dramas, historias duras… que me encantan, pero quería hacer algo distinto, otro tipo de drama, drama de primer mundo…
La exhibición personal es uno de los temas de la película. Como actriz, vives de ello, de exhibir no solo el cuerpo, también las emociones. ¿Cómo te llevas con esto?
No me siento nada expuesta. En realidad, no se sabe casi nada de mí y eso me parece bien. Muestro lo que me apetece. Y, por ejemplo, en cuanto a los desnudos de la película, que hay muchos… bueno, en mi casa no había mucho pudor con lo físico, mis padres eran un poco hippies, íbamos a la playa y se desnudaban enteros para bañarse, yo en verano estaba siempre desnuda en casa, era algo natural, muy orgánico. Ahora veo la película y pienso cómo se va a recibir desde fuera, pero a mí no me incomoda estar desnuda. Me he tirado a la piscina con esta película. Creo que te tienes que arriesgar, es verdad que hay que ir con cuidado, no te tienes que desnudar para cualquier cosa y no hay que normalizar que las mujeres estén en pelotas en cualquier secuencia.
En muy poco tiempo has crecido mucho como actriz, ¿qué sensación tienes?
Desde La hija de un ladrón, que tenía 24 años, ahora tengo 28, he aprendido mucho y me atrevo más. Estoy aprendiendo muchas cosas y siempre que puedo hago cursos, ahora estoy haciendo uno de teatro con Andrés Lima. Ahora mismo no me puedo quejar y si hay parones es porque intento pensar qué hacer y qué no.
Fotos: Carlos Alvarez y Pablo Cuadra (Getty Images)
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