La actriz danesa, que vuelve a encarnar a la madre de Lucio, habla de sus emociones al regresar al plató de Gladiator, del arte espiritual de la interpretación y de su voto de humildad.
Por R. Valent
A sus 59 años, admite no haber visto Gladiator II, porque en realidad nunca ve sus películas. También confiesa que ni siquiera vio la primera, pero le da todo el mérito a su amigo Ridley Scott.
¿Qué diferencias hay entre la primera Gladiator y esta?
En realidad, ninguna. Para mí, Lucila está en constante evolución. La Lucila que ves ahora es la continuación directa de la que viste en la primera Gladiator. Hacer la secuela significaba seguir explorando los temas que ya se trataron: ¿qué significa la democracia? ¿qué significa la república? ¿qué significa la tiranía y cuáles son sus efectos?
¿Cómo fue la vuelta al escenario del famoso anfiteatro de Malta?
Muy emocionante, por varios motivos. Ridley es alguien que realmente quiere que la gente tenga experiencias viscerales que luego exprese frente a la cámara. Volver a pisar este Coliseo fue tan asombroso como hace 25 años. Aún recuerdo la primera vez… Ridley estaba a los pies del Coloso, en la plaza principal, mirando al sol, cerca de las obras de la fortaleza. Supe que estaba ante un momento cinematográfico histórico.
Tener la oportunidad de hacer esto dos veces en la vida es casi inimaginable.
¿Qué tal Paul Mescal como tu hijo?
Una de las cosas que hace único a Ridley es que parece saber el momento en que el actor visualiza la actuación y cuando eso ocurre, todo se vuelve sagrado. Tienes que ser un poco espiritual en tu actuación para crear esa tensión. Cuando vi Aftersun supe que Paul era capaz de eso. Me di cuenta de que, para él, el proceso de actuación es sagrado.
En Desconocidos vi esa apariencia de sutilidad que le hace plenamente humano y conectar con el público. Actuar con él fue revitalizante, porque tiene un modo de interpretar único.
Además, al ser europeo, no se lo cree tanto como los americanos y siempre tiene un momento para todo el mundo. Es una persona humilde y hermosa.
Hablando de humildad, he leído que los daneses, tú en particular, obedecéis a un voto de humildad… Entre un estadounidense y yo hay, sin duda, un choque cultural. Yo vengo de una sociedad muy igualitaria. Históricamente, los vikingos eran igualitarios. Tal como demuestra mi ADN, hallado en tumbas vikingas, soy descendiente directa. Todo esto contribuye a crear en mí un profundo sentimiento de igualitarismo. Por el contrario, en EE UU descubrí que se rigen por un narcisismo puro. Allí glorifican este comportamiento. Creo que uno de los grandes poderes de ese país es su capacidad para proyectar con fuerza cualquier cosa, utilizando energías que, en gran medida, son mucho menos explosivas en Europa. Es algo que también se puede ver en gente corriente. Como Paul Mescal.