Por Santiago Alverú
En 2018, la película Mi querida cofradía participaba en la selección oficial del Festival de Málaga. Además de recibir un gran apoyo de crítica y público, recibiría dos Biznagas de plata: premio del público y mejor actriz secundaria para Carmen Flores. Su directora, Marta Díaz de Lope Díaz, cautivó a los espectadores con un relato que sabía mezclar ironía, pasión por lo local y mucho amor y respeto hacia sus personajes, señoras repletas de personalidad y alma. Ahora, busca ampliar su filmografía con Los buenos modales, una historia mucho más universal, la de una familia separada por viejas rencillas y el paso del tiempo, con la que volvió a pasar por Málaga.
Díaz de Lope Díaz asegura que el proceso desde el estreno de su primera película hasta esta nueva visita al Festival de Málaga ha sido largo. En particular, debido al covid, que obligó a retrasarlo todo, vidas y rodajes. Sin embargo, contaba con una historia que ya tenía cuando estaba rodando Mi querida cofradía, y en cuanto terminó aquella, comenzó a escribir esto. “Siempre me ha gustado hablar de la familia”, cuenta la directora. “Y esta historia tiene algo muy especial: habla de una familia cuando ya está rota. Apareció a través de los personajes, especialmente de Trini y Milagros, esas dos limpiadoras, amas de casa, que a modo de torpes hadas madrinas ayudan a reconectar al resto”.
Una historia de cuatro mujeres. Manuela y Rosario son dos hermanas que llevan años sin hablarse y retoman el contacto a regañadientes cuando sus nietos comienzan una amistad, avivada de forma inconsciente por sus respectivas empleadas del hogar, estas hadas madrinas de las que habla su creadora, Trini y Milagros, amigas inseparables con grandes secretos.
La metodología de escritura de esta directora y guionista nacida en Ronda se desarrollo junto a la guionista Zebina Guerra, a la que conoció estudiando en la ESCAC, Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. “Yo empiezo a escribir siempre sola. Lo hago durante bastante tiempo, un año en esta ocasión, algo que disfruto y me tortura por igual. Luego, cuando tengo un primer borrador, entra Zebina y ayuda a ordenar”, cuenta. Juntas, logran confeccionar guiones que hablan de los problemas cotidianos de personajes tan únicos como conocidos. Madres, hijos, mujeres de la limpieza, peluqueras y monitoras de spinning cuyas historias se unen para hacerse relevantes a ojos de los espectadores.
En Los buenos modales, Díaz de Lope Díaz ha sido capaz de registrar con igual soltura y limpieza en su mirada dos estratos sociales muy diferenciados. “Para mí, era importante plasmar cómo el sentido de la familia había ido evolucionando”, confiesa. “En las clases altas, la familia se ha ido reduciendo, cada vez hay menos gente en la mesa. Las clases humildes tienen un sentimiento de comunidad que he intentado representar en el vecindario. Individuos que se quieren y se apoyan, aunque no tengan la misma sangre”.
Pero la capacidad de este relato para generar empatía no se reduce a los espacios privados, sino que Los buenos modales es una película que tiene apetito por lo común, lo público. “Me resultaba muy interesante cómo esas abuelas y esas limpiadoras coinciden en los mercados, en la calle, en el bingo. Me interesaban esas conexiones, con más ternura y menos juicio de valor”, comenta.
Las cuatro actrices protagonistas (Carmen Flores, Pepa Aniorte, Elena Irureta y Gloria Muñoz) muestran una química poco habitual en nuestra cinematografía actual, que permite al público disfrutar y reírse a carcajadas. Todo el equipo firma una cinta que transpira fascinación por el barrio y reivindicación por el papel de la mujer, a cualquier edad, en una sociedad que las muestra como objetos pasivos. Un relato apoyado en el cariño a las abuelas, que expresan amor con un táper de comida, porque no saben hacerlo verbalmente. Mujeres que nos han cuidado, a las que les debemos todo, y que Los buenos modales retrata con sentimiento y mucho, muchísimo humor.
Inma Cuesta
En esta película tiene un papel más secundario, ¿qué le interesaba del proyecto?
No es la primera vez que participo en películas a través de un personaje más pequeño. Nunca me dejo guiar por el protagonismo de un personaje para elegirlo o no, porque hay algunos protagonistas que no me interesan en absoluto. Me pareció una historia tierna y solo porque los personajes principales tuvieran más de 60 años pensé que era un proyecto al que había que apoyar. Habitualmente, las mujeres de cierta edad suelen ser relegadas a personajes secundarios. Además, conocí a Marta [la directora] y su intención y lo que quería contar, su amor por las pequeñas cosas, me cautivó.
Tiene que ser bonito poder estar en un momento de su carrera en el que haya, a la vez, libertad para escoger un proyecto y sentir que tu participación ofrece visibilidad.
Bueno, eso espero, de eso se trata. Pero este proyecto me ha enriquecido personalmente, no solo profesionalmente. Para mí esto es muy importante. Por ejemplo, fue una gozada coincidir con Elena Irureta, con la que hacía mucho tiempo que había trabajado, en una serie llamada Plan América.
Durante este reencuentro, ¿ha habido algo de su carrera que le haya permitido reflexionar sobre la suya propia?
No tanto reflexionar, pero aprender sin duda. Tanto de ella como de Gloria Muñoz, he aprendido muchísimo. Me han hablado de sus experiencias, de las giras, de una serie de vivencias que me dejaban admirada y anonadada. Yo siempre digo que no sé qué quiero ser de mayor, porque yo qué sé qué me va a pasar en la vida. No tengo miedo, pero no le doy importancia al futuro. Esto me ayuda a relajarme y a no obsesionarme.
¿De los niños, como los que aparecen en la película, también se aprende?
Los niños pequeños son complicados [ríe]. Hay de todo, nunca he tenido experiencias malas, pero depende mucho del proyecto. Son muchas horas y ellos son verdad pura, se les notan las ganas o el cansancio.
Hace unos días aparecía una noticia sobre La casa de Bernarda Alba, que será adaptada por el estudio A24, responsable de éxitos como Todo a la vez en todas partes. Las redes demandaban su participación. ¿Qué papel juega Lorca en su vida hoy en día?
¡Anda! Mi relación con él es eterna, creo. Antes de estudiar arte dramático ya recitaba sus versos. La novia fue algo precioso. De hecho, ahora que mencionas La casa de Bernarda Alba, el personaje de Adela es el que siempre he querido interpretar. Es un personaje que persigo desde la escuela, tengo una relación íntima y cercana con él. Lorca es una gran inspiración.
Elena Irureta
En Los buenos modales lleva, de algún modo, la carga dramática de esta comedia. ¿Le resultó fácil navegar entre los dos géneros?
Antes de empezar ya había definido el personaje con Marta, la directora. Yo tenía claro lo que el papel requería y, una vez eres consciente, vas a saco con tu decisión. Es el contrapunto que necesita la historia. Mientras rodábamos, eso sí, me lo pasé genial, me reía muchísimo.
¿Cómo fue trabajar con Gloria Muñoz? ¿Tuvieron que ensayar o desarrollaron la química desde el rodaje?
Yo admiraba muchísimo a Gloria, y he descubierto que, además, es una mujer muy amable, increíble compañera. Sí que tuvimos varias sesiones de ensayos junto a la directora, Marta, que a pesar de saber exactamente lo que quería nos dejó mucha libertad. Y Gloria y yo nos íbamos a tomar un algo de vez en cuando y seguíamos hablando de los personajes, de sus personalidades y de sus soledades. Fue muy fácil, tengo muy buen recuerdo.
Tras el éxito de Patria, ¿ha cambiado su vida personal esta nueva etapa, en la que recibe más exposición mediática?
Mira, llevo 40 años trabajando. Empecé con 26, tengo 67 años. Hace un tiempo pensaba que esto no iba a durar mucho más y abrí una casa rural como plan b. Ahora, después de 21 años, la he cerrado. He tenido la inmensa suerte de que un trabajo me ha traído otro. Nunca he parado y me tengo que dar con un canto en los dientes, porque no es nada fácil. Y cuando no llegaban, echaba a andar obras de teatro o proyectos personales. Nunca he estado esperando a que sonase el teléfono. También te digo, nunca pensé que me jubilaría en esta profesión. Sencillamente, esta incertidumbre nunca me ha creado mucho problema. Hay gente que se angustia mucho. En mi caso, siempre para adelante.
¿Qué tal lo pasó en la última edición de los Premios Goya?
Fue uno de los días más felices de mi vida. Le pude dar el Goya a mi sobrino Telmo. ¡Conociendo todo lo que ha tenido que pasar este chaval para llegar a ser actor! A mí me lo decía desde los ocho años: “Quiero ser actor o cantante”. Y siempre le ha gustado, siempre ha estado haciendo cosas, cortometrajes, cuentos, teatro. Estudió en la escuela de interpretación, le admitieron, y durante tres años estuvo yendo de Zumaya a Donosti en tren, cada día, llegando de noche a casa, un hombre que no puede abrir un paraguas, no ha faltado un día a clase. Al terminar se lo montó por su cuenta, con sus propios guiones. Ahora mismo está de gira por España. Imagínate lo que fue entregarle el premio, lo pienso y me emociono.
Fotos: Carlos Álvarez (Getty Images)
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