En From My Cold Dead Hands, su primer largometraje como director, Javier Horcajada pone de relieve la enfermiza adicción a las armas de cierto sector estadounidense.
Un montón de tarados disparando a todas partes con la diversión como único objetivo (y, cómo no, grabándose en vídeo para hacer también las delicias de sus potenciales espectadores). Un denominador común: todos ellos, todas ellas, habitantes de los Estados Unidos, “ese país donde la libertad es una estatua”, tal como quiso definirlo el poeta chileno Nicanor Parra.
Esta es la idea que habita el corazón de From My Cold Dead Hands, primer largometraje como director del coordinador de postproducción Javier Horcajada, montador entre cuyos créditos figuran películas imprescindibles del cine español reciente como Cinco lobitos (2022), Mantícora (2022) o Segundo premio (2024), entre muchas otras.
En tanto que editor de cine, no sorprende que el salto a la dirección de Horcajada sea, precisamente, una ‘película de montaje’. Así es su ópera prima: una suerte de found footage compuesto enteramente por vídeos de YouTube que, vistos en su conjunto, inteligentemente clasificados y organizados, configuran una desasosegante radiografía del sector más conservador y fanático de la sociedad norteamericana.
“Como muchos otros proyectos que están viendo o han visto la luz recientemente, el mío también arrancó en plena pandemia. En realidad, por pura casualidad: durante el confinamiento, la combinación de YouTube y tiempo libre me hizo dar con varios vídeos en los que aparecían niños muy pequeños probando armas, o siendo introducidos por sus padres en esa cultura”, cuenta Horcajada sobre el origen de su película documental.
“Al principio, concebí aquello como un cortometraje, pero empecé a ir más allá y descubrí que el mundo de las armas ocupaba un espacio muy extenso dentro de YouTube. Era impresionante, tenía miles de subgéneros”, asegura. “Cocinar con armas, números musicales con armas… Una cosa infinita”.
Así es cómo no tardó en darse cuenta de que aquello daba para más: “Ya había una película sobre este tema, Bowling for Columbine, pero la diferencia entre aquella y esta era muy grande: cuando se estrenó la película de Michael Moore, en el año 2001, todavía no existían ni YouTube ni las redes sociales”.
Y es que From My Cold Dead Hands es enteramente una película de archivo: Horcajada no ha filmado un solo plano, ni refuerza su discurso mediante la inclusión de voces en off. Las imágenes hablan por sí solas en este finísimo y concienzudo ejercicio de edición que deja al descubierto, con la repetición, el contrapunto y la rima visual como principales herramientas, cuánto de enfermizo esconde la pasión que muchos norteamericanos profesan por las 9mm, los AK-47 o los kalashnikovs, amparando en la libertad y la doctrina cristiana su derecho a guardar un arma bajo la almohada.
Como principales influencias, Horcajada cita a Sergei Loznitsa, Frederick Wiseman y D.A. Pennebaker, documentalistas que narran desde los códigos del montaje, evitando en sus filmes herramientas explicativas como las entrevistas o la figura del narrador. “Las suyas son películas que no tienen un protagonista ni un principio o un final claros: su orden está fabricado en la sala de montaje”, cuenta. “Y luego, a nivel de tono, y aunque la gente se cachondea bastante cuando lo digo, mi referencia principal era La casa de los 1000 cadáveres, de Rob Zombie. Algo circense, extravagante y muy, muy exagerado”.
Todo ello concretado en apenas 64 minutos. “Y no es que me faltase material: en un primer barrido, llegué a tener 8.665 horas de vídeo. El ejercicio de visionado, selección y edición fue largo y muy intenso”, asegura. Porque, además, con semejante cantidad de material, ¿por dónde empezar a construir la película? “Lo único que tenía claro en un principio era que debía empezar y terminar con el himno de Estados Unidos. Y ahí está, interpretado a balazos”.