Con Transformers One, la franquicia abandona la Tierra para trasladarse a Cybertron, donde veremos a Optimus Prime y Megatron de jóvenes y como amigos en una película de animación que vuelve a los orígenes.
Por Cristiano Bolla
Tras cinco películas de la saga principal en acción real y dos precuelas/ spin-offs, Transformers One es una bocanada de aire fresco que nos muestra a los conocidos robots en un contexto totalmente distinto al visto hasta ahora.
Para empezar, en comparación con el resto de películas, la dirigida por Josh Cooley es de animación, lo cual escenifica una vuelta a los orígenes de la franquicia, la serie de dibujos, lanzada en 1984 a partir de la línea de juguetes Hasbro y de una coproducción japonesa-estadounidense. Pero el salto al pasado que supone Transformers One no es sólo técnico, también es narrativo, ya que seguimos la historia de Orion Pax (Optimus Prime) y D-16 (Megatron), los futuros líderes de las dos facciones, Autobots y Decepticons, cuando aún son amigos y compañeros, empeñados en descubrir las maravillas y los misterios de su planeta Cybertron.
De hecho, por aquel entonces ni siquiera son capaces de transformarse en vehículos. Transformers One es una historia de orígenes, en la que se revela el despertar de los poderes, se enfrentan a los primeros villanos y vemos cómo dos casi hermanos cambiaron el destino de Cybertron para siempre y acabaron convertidos en enemigos acérrimos.
Es la primera película de Transformers totalmente animada por ordenador, una elección que ha permitido dar rienda suelta a la creatividad de forma nunca vista en la franquicia. “No creo que hubiéramos podido crear lo mismo en acción real”, nos cuenta el productor Lorenzo di Bonaventura. “Nos habría costado demasiado, ¡600 millones de dólares o algo por el estilo!”. La animación tiene muchas ventajas, pero también era una cuestión de historia y sentimientos. “Lo que más me gusta es que, al no haber personajes humanos, la personalidad de los robots cobra mucha más importancia. En la acción real, los humanos son los dueños de las emociones, mientras que aquí son los mismísimos Transformers”, continúa Di Bonaventura.
Detrás de esta animación, además, está un director tan celebrado del medio como Josh Cooley, ganador de un Oscar por Toy Story 4. De hecho, parte de aquella experiencia, explica, le sirvió para esta nueva aventura: “Una de las cosas más relevantes de Transformers One, al igual que lo fue para Toy Story, es el tamaño de las cosas. Allí eran juguetes y el entorno nos permitía conectar visualmente de inmediato con ellos gracias a detalles. Y aquí pasa lo mismo, quería que quedara claro que los personajes son grandes, aunque no haya nada humano que nos dé la referencia. El mundo tenía que estar a su vista, de modo que la mirada de la cámara siempre está a su nivel y los robots jóvenes tenían que sentirse abrumados”.
Y, por supuesto, Cooley se inspiró mucho en la Generación 1 de los robots y en la serie original emitida entre 1984 y 1987. “Es con la que, como niño, mejor conecto”, confiesa el director. “Para mí era crucial dar un nuevo enfoque a la historia, conectar con la Generación 1 y sus sentimientos, llevarla un paso más allá. Lo fundamental era encontrar una nueva versión de la historia y ampliarla”.
Pero, ¿hasta dónde quieren llevarla? Transformers One debería seguir siendo una película independiente del resto de la franquicia (pronto llegará el cruce de acción real entre los robots y G.I. Joe), que continuará su legado explotando las mismas características. “He visto más de una y dos veces a niños pequeños que, a pesar de no entender la historia, se obsesionan con camiones que se convierten en robots. En el fondo, es tan sencillo como eso. A mí también me gustaría que mi coche pudiera hablar”, bromea el productor. “Estamos hablando de personajes míticos”, añade el director en la misma línea, cuando le preguntamos por el secreto del éxito de estos personajes. “Son legendarios: es el Bien contra el Mal. Son como dioses griegos. Incluso si fuese cine mudo se seguiría entendiendo”.