Manolo Solo (Algeciras, 1964) empezó “tarde” en el mundo de la interpretación. Tras una juventud dedicada a la música, a la edad de 35 se trasladó a Madrid y empezó a interpretar pequeños papeles. Tras una considerable carrera como actor secundario, en los últimos años ha terminado encabezando el reparto de algunas de las películas españolas más interesantes del cine reciente, como
La desconocida, de Pablo Maqueda, y, especialmente, Cerrar los ojos, el celebrado regreso de Víctor Erice por el que recibió su primera nominación al Goya como actor protagonista (tres tenía en reparto que ganó en 2017 por Tarde para la ira). Este mes de mayo llegan a las salas (las dos el 9 de mayo) sus dos últimos trabajos con los que compitió en Sección Oficial en el pasado Festival de Málaga: Una quinta portuguesa, segundo largometraje de la cineasta Avelina Prat (Vasil, 2022), y El cielo de los animales, película de episodios que supone su nueva colaboración con el director (y amigo) Santi Amodeo (Cabeza de perro, ¿Quién mató a Bambi?)
“Santi y yo nos conocemos desde hace muchos años”, cuenta el actor, que ha trabajado con el director de Astronautas (2003) hasta en tres ocasiones. “En los 90 tuvimos un grupo de rock juntos. Sacamos un par de discos; tenemos mucho background. Yo estuve presente cuando él empezó a hacer cine, junto a Alberto Rodríguez, a finales de los 90. Ha sido un orgullo verle crecer se cuenta; todas esas heridas a medio cerrar de sus personajes”.
Partiendo del libro de relatos homónimo del escritor norteamericano David James Poissant, El cielo de los animales, rodada en un rugoso 16 milímetros de colores saturados, se compone de cuatro historias breves, tan cotidianas como improbables, protagonizadas por un grupo de personajes aquejados por la soledad, el abandono y la muerte. “Santi y yo hablamos y discutimos mucho durante el rodaje. Yo, que soy propositivo por naturaleza, con él no me callaba. Y la verdad es que fue muy divertido trabajar de esa manera”, asegura el actor. “La confianza da asco, ya sabes”, añade, entre risas.
IDENTIDADES ROBADAS
La segunda película que el actor estrena en salas este mes lleva por título Una quinta portuguesa, y es un filme que comparte con el de Amodeo tanto la sutileza como el ligero regusto de extrañamiento que, por momentos, deja en el espectador. Un relato sobre la tentación de ausentarse de uno mismo, deshacerse del pasado y ser, aunque sea tan sólo por un tiempo, una persona diferente. “Con Avelina Prat ya había trabajado en un corto, Puerta 6, que, de hecho, tenía mucho en común con esta película. Era un corto mudo en el que se expresaba casi todo visualmente. Yo interpretaba a un tipo que, de repente, un buen día, empezaba a seguir a otra persona. Y empezaba a imitarla y a copiarla y a vestirse como ella y alquilaba un piso en su mismo edificio y empezaba a trabajar en su mismo trabajo”. Una cuestión, la de la identidad robada, que Prat recupera en este, su segundo largo tras Vasil.
En Una quinta portuguesa, Manolo Solo interpreta a Fernando, un profesor de Geografía que, tras la marcha inesperada de su mujer, queda completamente devastado. El acontecimiento le llevará, de forma azarosa, a terminar suplantando la identidad de otro hombre como jardinero de una quinta portuguesa, donde establece una inesperada amistad con la dueña (interpretada por María de Medeiros). “Cuando leí el guion me sentí halagado porque Avelina pensara en mí para un papel como este”, cuenta Manolo en relación con su personaje, un hombre parco en palabras cuyos silencios, gestos y miradas hablan por él. Y concluye: “Generalmente, se me asocia con personajes más oscuros, y en este proyecto tuve la oportunidad de jugar un rol distinto, el de un personaje que, aunque lleno de dolor, también presenta una luz y una dimensión romántica que yo no había explorado antes”.