Cuando, en la edición confinada de los Goya 2021, Mario Casas agradecía su galardón por No matarás y colaba el nombre de Gerard Oms –“Ha sido una maravilla conocerte, me has hecho cambiar como actor”–; de igual modo, en la entrega de premios del Festival de Locarno del mismo año, Mohamed Mellali y Valero Escolar eran reconocidos por Seis días corrientes y decían: “Neus Ballús y Gerard Oms recogieron a tres fontaneros de la calle e hicieron magia con nosotros y nos convirtieron en actores”. De golpe y porrazo, el trabajo silencioso com coach interpretativo de nuestro hombre se elevaba a la esfera pública.
Justo en el set de No matarás, Mario Casas creyó ver una voz creativa en quien se ha convertido en amigo íntimo y cómplice profesional, y le dio su palabra de que le acompañaría si algún día levantaba su propio proyecto. Cumplió su promesa sin leer el guion, tal era su confianza, y el estupendo resultado es Muy lejos, un filme muy especial y, también, una historia parida desde las entrañas con la que Gerard Oms se abre en canal. “Hemos hecho un late coming-of-age, hablamos de alguien que empieza a mirar desde un lugar nuevo, que se abre a experiencias, y lo hace a una edad avanzada”, explica.
“Lo que normalmente ocurre en la adolescencia, lugar lógico desde el que una persona empieza a descubrirse y a amar sin coartarse y sin miedos. El protagonista no se lo ha permitido y esa es también mi propia historia. Y hago mucha bandera de ello. Yo no salí del armario hasta los 24 años, cuando me fui a Holanda. Si no di el paso antes era por miedo, por la necesidad de pertenencia al grupo y la falta de referentes. Cuando yo tenía nueve o 10 años, lo que veíamos era a Tom Hanks muriendo de sida en Philadelphia y a Millán Salcedo cantando el Maricón de España en la tele”.
IDENTIDAD, PRIVILEGIO Y MINORÍAS
En la película, Sergio (Mario Casas), aprovecha un partido de fútbol del RCD Espanyol en Utrecht para romper con todo y no regresar a Barcelona con el resto de la hinchada perica. Sentirse asfixiado por su realidad y su entorno le empuja a buscarse la vida y a comenzar prácticamente de cero. En este sentido, no es gratuito que la trama suceda durante la crisis económica de 2008, la misma que estimuló el periplo real del propio director. “Rodamos en la cocina del mismo restaurante donde curré como lavaplatos y en el mismo albergue en el que dormía”, recuerda el director, contándonos que el de Muy lejos fue, casi, un rodaje de guerrilla, tirándose a las calles de la ciudad neerlandesa para construir esta poderosa fábula sobre la búsqueda de uno mismo, en la que se reflexiona, cuenta Gerard Oms, “sobre la identidad, el privilegio y las minorías, es una película muy política”.
El cineasta continúa: “El viaje del protagonista hacia la ternura necesita espacio, tiempo y distancia, porque en casa no puede realizar esa metamorfosis. Es al perder el privilegio y la identidad cuando empieza a ver el mundo de otra forma. Y hay algo clave, que es la mirada del otro. Que te mire el otro y mirarse en el otro, ¡qué importante! Y hacerlo sin miedo”. La suya es una película íntima pero también puro cine social con toques de los hermanos Dardenne y observación horizontal: “Es un retrato de la clase trabajadora desde la clase trabajadora, hablo desde lo propio, lejos de la condescendencia de otras miradas en el género”.
Sin abandonar del todo su trabajo como coach (“sigo trabajando con Mario y a Neus Ballús nunca le podré decir que no, porque es amiga y maestra”, apunta, y nos avanza que vuelve a colaborar con ella en su nuevo proyecto) y agradeciendo el rol de Marçal Cebrian (La hija de un ladrón) a la hora de traducir sus ideas en un guion canónico (“él es quién me ha enseñado a escribir cine”), Gerard Oms nos explica su voluntad de seguir dirigiendo y contando historias.
“Mi posicionamiento es persistir con películas sobre minorías y arrojar luz sobre asuntos que han estado en las sombras durante mucho tiempo. Y si a alguien le molesta, que se aguante”, exclama, muy consciente de haber tenido que lidiar con el miedo desde muy joven. “Es lo que ocurre cuando no te validas emocionalmente hasta los 24 años. A mí me ha movido el miedo toda la vida, he tenido incrustado el síndrome del impostor y, para contrarrestarlo, las respuestas han sido el amor y la pasión por las cosas que hago. Y ver Muy lejos como un espejo ha acabado con parte de ese miedo. De algún modo, hacer la película ha sido una especie de expiación y catarsis íntima, un hermoso viaje de sanación”, remata el director.