Olivier Assayas (Irma Vep) estrena su película más autobiográfica, Tiempo compartido, en la que rememora sus vivencias durante el confinamiento al que nos abocó la pandemia.
Por Nando Salvá
Durante la primera etapa de la pandemia, hubo quienes decidieron experimentar en la cocina, quienes empezaron terapia vía Zoom, quienes se engancharon a las compras online, quienes trabajaron en nuevos proyectos, quienes meditaron sobre su pasado y quienes vivieron aterrados por el virus, y los hubo que hicieron todas esas cosas a la vez. Olivier Assayas pertenece a este último grupo, y en Tiempo compartido recrea con mucho detalle y cierta nostalgia la época del confinamiento que pasó en compañía de su hermano y las novias de ambos.
“Nos recluimos en la casa que mi familia tiene en el campo, donde yo no había pasado más de tres días seguidos desde hacía décadas”, recuerda el cineasta francés. “Tenía miedo, no sabía lo que iba a pasarle a mi vida o al resto del mundo y, además, allí me sentí acechado tanto por los fantasmas de mis padres como por los de mi propia infancia. Empecé a sentarme en el jardín y tomar notas sobre lo que estaba experimentando, porque quería sentir que aprovechaba el tiempo de algún modo”.
De ellas surgió una película que pasa la mayor parte de su metraje contemplando cómo sus cuatro protagonistas (Vincent Macaigne entre ellos) intercambian recuerdos, hablan de libros y de rock, juegan al tenis, comparten cenas regadas de vino y, cómo no, sobreviven a disputas y microdramas; entre esas escenas, además, Assayas inserta fragmentos documentales en los que, ejerciendo él mismo de narrador, rememora recuerdos y anécdotas de su historia familiar. “He redescubierto partes de mí mismo que creí haber dejado atrás para siempre”, confiesa sobre tal ejercicio de memoria. ¿Significa eso que la película ha sido para él como una terapia?
“No, no ha reparado ninguna de mis neurosis. No creo que el cine logre curar heridas, como mucho sirve para rascar sobre ellas”, contesta. Pese a ser lo más parecido a una comedia que incluye la filmografía del director de Irma Vep (1996) y Viaje a Sils Maria (2014), Tiempo compartido está matizada por el tipo de melancolía que ya derrochaba la que, sin duda, es una de sus obras más logradas, Las horas del verano (2008) –con la que también tiene varios otros elementos en común–, y por una inconfundible amargura; Assayas, después de todo, creyó ver en el confinamiento la posibilidad de una utopía o, al menos, una oportunidad para mejorar, y en ese sentido la nueva película es la certificación de un fracaso. “Yo nací en los años 50, y fui adolescente en una época en la que la gente estaba convencida de que la sociedad podía ser transformada”, explica.
“Durante unos meses, la pandemia me hizo sentir algo parecido… hasta que quedó claro que todo iba a seguir igual”.