No quieren ser referentes ni pioneras. La directora Eva Libertad y la actriz Miriam Garlo, hermanas en la vida real, consideran su largometraje Sorda, ganador en Berlín, como un grano de arena más para acercar las realidades del mundo oyente y no oyente.
La actriz Miriam Garlo y la directora Eva Libertad son hermanas. Naturales de Murcia. A las dos, sus padres las introdujeron en el mundo del teatro muy jóvenes, las dos estudiaron en Madrid y en la Complutense trabajaron juntas en los roles artísticos que hoy mantienen. “Yo dirigía a Miriam en el grupo de teatro de Bellas Artes”, explica Libertad. Son muy cercanas, personal y creativamente, y, sin embargo, fue rodando juntas el corto Sorda (2021) cuando las dos se redescubrieron. “Teníamos experiencia como directora y actriz, pero nunca la había dirigido en cine, y para mí fue como tomar conciencia de la enorme actriz que tenía como hermana, que no lo sabía”, cuenta la cineasta.
Para Garlo aquel rodaje significó también sentirse con el derecho de llamarse actriz y explorar más ese oficio que siempre había luchado por ejercer a pesar de las limitaciones que encontraba por la sordera que padece desde los siete años, incluso desde los cursos de formación que no se adaptaban a ella. Esa sordera que para la actriz “es transversal y conforma su identidad, pero es sólo una capa más de su identidad” fue, de alguna forma, también el disparador del corto y ahora del largometraje, titulado igual, Sorda, que se ha vuelto de la Berlinale con premio y que, en el momento de escribir estas líneas, es una de las películas más esperadas del Festival de Málaga.
“El corto surgió porque en aquella época Miriam estaba pensando en ser madre y me compartió todas las inseguridades, los miedos, los temores que le sobrevenían cuando pensaba en ser una madre sorda en esta sociedad oyente”, recuerda Libertad. “Entonces, en un momento de esas conversaciones, yo le dije: ‘¿Por qué no pones estos miedos por escrito y me los mandas?”.
Al día siguiente, Miriam le envió un documento con dos páginas enumerando sus miedos y también las posibilidades que habría… si el bebé fuera oyente, si fuera sordo… En esa lista, Libertad encontró “el corazón dramático” de una historia, la de una mujer que, como todas, está llena de temores e inseguridades ante la maternidad y, en su caso, además, amplificados por la sordera.
"El corto fue tan bien por festivales y premios de todo el mundo, nominado al Goya, y la experiencia entre las hermanas fue tan satisfactoria que ambas se quedaron “con ganas de más”. Libertad comenzó entonces un intenso periodo de investigación tirando primero de los contactos de la comunidad sorda de Miriam. Habló con madres sordas, con padres oyentes y parejas sordas, con padres sordos e hijos oyentes, y al revés… “Quería ver cómo era la diferencia de la relación, que compartiesen sus experiencias durante el embarazo, durante el parto, durante la crianza, que quisiesen abrirse un poco y contarme cuáles habían sido sus miedos durante todas esas fases, si la relación con la pareja había cambiado durante la crianza, si la pareja era mixta… La relación también con el resto de la familia… y hubo un momento en el que paré, ya está, porque si no, me iba a pegar mucho a la realidad. Recordaba lo que Borges decía que cuando investiga para un libro lo hace hasta un 45% y el resto lo deja a la imaginación”, explica la cineasta. “Yo no quería contar lo que le pasa a una mujer sorda, quería que la historia se nutriese de ese sustrato de entrevistas y de mi experiencia, de la de Miriam, de la imaginación… Yo nunca quise hacer una representación de todas las mujeres sordas o de toda la comunidad sorda, sino un personaje singular atravesado de muchas contradicciones y con su carácter y con sus meteduras de pata”.
En ese sentido, sin ningún miedo a que su protagonista pudiera hasta caer mal a veces. “En los laboratorios de guion, durante el desarrollo, me encontraba mucho esa pregunta, pero y qué… ¿Qué pasa, que por ser sorda tiene que ser buena, perfecta siempre?”, cuenta Libertad. “A mí me gusta cuando me puedo identificar con los personajes en las películas porque tienen fallos, son humanos… Para mí, Ángela es hija de sus padres, es artesana, ceramista, alfarera, es amiga, es madre y, además, también es sorda. Es como yo he visto a Miriam toda mi vida”.
ARTE Y MENSAJE
En el largo Sorda, la historia arranca y se mete más de lleno en toda la experiencia maternal. Empieza con la pareja interpretada por Miriam Garlo y Álvaro Cervantes, Ángela y Héctor –ella es sorda; él, oyente–, enterándose de que van a ser padres.
La película atraviesa el embarazo, el parto (en la escena más impresionante del filme probablemente) y los primeros años de crianza, rodeados de otros personajes, los padres oyentes de ella, la comunidad sorda de familias y amigas que la rodea y sostiene. La sordera atraviesa la película, claro, pero no es de lo que va la película. “Queríamos que estuviese de alguna manera normalizada en su condición”, explica la actriz.
“Ahora bien, teníamos mucho interés en hacer una película donde se pudiese ver la riqueza que supone, para mí como persona sorda, como actriz sorda, y para ese personaje, saberse perteneciente a una comunidad que como un paraguas nos ampara, nos protege y nos da toda la riqueza que supone tener una identidad sorda con nuestro gran tesoro que es la lengua de signos. Queríamos meter todo ese material, pero que no resultase una película panfletaria o como un proyecto de sensibilización didáctico y explicativo”.
Para entender este reto, ambas insisten mucho en la construcción del personaje de Ángela totalmente alejado de su actriz, Miriam Garlo. “Lo único que compartimos, Ángela y yo, es que Ángela es sorda y yo también, entonces de alguna manera su experiencia yo la llevo dentro y la conozco. Conozco, por así decirlo, las luces y las sombras de la sordera”, explica. “Pero todo lo demás es un personaje construido. Ángela y yo no tenemos nada que ver ni en carácter, ni en toma de decisiones, ni en cómo ella hace las cosas. Es un personaje totalmente ficcionado y construido”.
Y Libertad añade sobre “este prejuicio y estigma reduccionista”: “Hay como una creencia de que cuando una actriz o un actor tiene una discapacidad no actúa, hacen de sí mismos, y no es el caso para nada, con Miriam tuvimos, por ejemplo, que crear y trabajar su voz durante semanas porque Miriam habla perfectamente, tienen distintos niveles de sordera”.
Las dos son muy conscientes de que son las primeras en tratar la sordera así en un largometraje español, saben que Miriam es la primera actriz sorda protagonista de un filme en España…
Son conscientes y estaban preparadas para que “la sordera fagocitara la pieza artística”, pero insisten en combatir esa visión única porque en la unicidad de Sorda está precisamente la mirada artística sobre cómo contar una historia así, desde cómo rodar la lengua de signos, enseñando y resaltando siempre las manos, al mapa sonoro de cada uno de los personajes (el de Álvaro Cervantes, por ejemplo, empieza en el susurro y acaba en el grito), también la luminosidad de su fotografía… Una forma muy sutil de enraizarse con el contenido y darle más sentido a lo que querían contar, sin perder nunca de vista ni el cómo, ni el qué, el porqué.
Una reivindicación de normalización y adaptación, sí, pero desde la ficción anclada a la realidad. “Deseamos que esta película sea un encuentro entre el mundo sordo y el oyente, un acercamiento del mundo oyente al mundo sordo”, concluye Libertad. “Al final, yo la hice por amor a Miriam… Así que sí, ojalá que sí que suceda”.