La Juani la convirtió en la actriz revelación del momento y su pasión por contar historias la llevó a ponerse detrás de las cámaras y a buscar oportunidades en el cine internacional. Ahora, con Justicia artificial, la madrileña nos invita a reflexionar sobre el futuro de la IA.
Por Enid Román Almansa
La nueva película del director Simón Casal, Justicia artificial (en cines 13 de septiembre), es ciencia-ficción, pero poco le falta para ser un reflejo del presente. Ambientado en un futuro no muy lejano, este thriller político plantea una sociedad en la que los españoles deben decidir si quieren que una inteligencia artificial tome la última decisión en los procesos judiciales, declarando al acusado inocente o culpable según un análisis de sus antecedentes y expresiones.
Pero, por muy actual que sea este debate, su protagonista, Verónica Echegui (Madrid, 1983), no acaba de entender el interés y dilemas que presentan las máquinas. Ella lo tiene claro: prefiere centrarse en los humanos y en lo que estos pueden conseguir.
Se suele decir que el mundo del arte no está hecho para la inteligencia artificial y, en ese sentido, la actriz madrileña sabe bastante sobre el tema. Se dio a conocer con 23 años gracias a Yo soy La Juani (2006), su primer largometraje, que le valió su primera nominación al Goya como mejor actriz revelación y, desde entonces, la hemos visto protagonizar todo tipo de géneros con películas como el drama Katmandú, un espejo en el cielo (2011), la divertida adaptación de la novela No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas (2016) o la comedia musical Explota explota (2020).
Incluso no ha dudado en pasarse a la dirección con Tótem Loba (2021), proyecto que también escribió y por el que, ahora sí, recibió el premio de la Academia de cine al mejor cortometraje.
Tras algún momento de duda sobre qué camino seguir a principios de su carrera y con proyectos realizados a nivel internacional como La fría luz del día (2012) o El libro del amor (2022), gracias a los cuales compartió pantalla con grandes estrellas como Henry Cavill, Sigourney Weaver o Sam Claflin, la actriz quiere seguir contando historias, tanto delante como detrás de las cámaras.
Si en un futuro lo hará ayudada por una IA, está en nuestras manos decidirlo aunque, si es por ella, eso nunca será una opción.
Justicia artificial se siente muy cercana porque se centra en el impasse en el que la ciudadanía se plantea si introducir la IA en el proceso judicial en vez de mostrar sus consecuencias, como hacen muchas otras películas de ciencia-ficción.
Sí, en esta historia el Gobierno ha hecho un referéndum a favor o en contra de aplicar un sistema excepcional que promete que va a automatizar los procesos, a despolitizarlos y a sustituir a los jueces. Por un lado, están el Gobierno y la empresa tecnológica que lleva a cabo ese sistema de IA y que quieren que el resultado sea “sí”; y, por otro, está la carrera judicial, esos jueces que quieren que sea “no”. Mi personaje, Carmen, está en medio de los unos y los otros. Desde el Gobierno le invitan a auditar ese sistema para que ella dé el aprobado porque saben que, mediáticamente, que ella diga sí puede ser un gran apoyo.
¿Compartes los sentimientos encontrados de Carmen respecto a la utilización de la IA?
Yo, respecto a la IA, me hago preguntas sobre si realmente creemos que lo artificial puede conseguir algo que no haya conseguido ya lo natural. Quiero decir, si la inteligencia divina o la inteligencia creadora, por así decirlo, no ha sido capaz de hacer ciertas cosas en este mundo, ¿a dónde creemos que vamos nosotros con una inteligencia artificial? Yo siempre voy a estar de acuerdo en que la máquina es el alzamiento del hombre, no el hombre el alzamiento de la máquina.
Muchos periodistas me preguntáis qué pienso y me doy cuenta de cuánto interés hay en la inteligencia artificial y cuánta obsesión, en cierto modo, hay con este tema. Pero yo me pregunto, ¿Cómo es que hay tanto interés por una máquina? Con todo lo que nos podríamos interesar por los humanos y no nos interesamos por nadie.
Precisamente, Justicia artificial invita a reflexionar sobre estas cuestiones que planteas.
Sí, y mi personaje representa a los espectadores. Tú vas descubriendo con ella lo que ella descubre y, a la vez, plantea un dilema moral muy bueno, aunque no emite un juicio, con lo cual deja el espacio al espectador para reflexionar y para debatir, para decidir.
Simón Casal se informó mucho sobre el tema, venía de hacer un documental sobre introducir la IA en los procesos judiciales y, ahora, se ha pasado a la ficción para hablar de lo mismo desde otro punto de vista. ¿Crees que, en ocasiones, la ficción puede ayudar más a que los espectadores se hagan preguntas?
Simón es alguien muy inquieto que también se hace muchas preguntas, pero no alecciona a nadie, simplemente abre esas cuestiones al público y yo creo que lo hace con mucho gusto y con mucha inteligencia. Justicia artificial es un thriller político, tiene códigos de cine negro, tiene elementos de investigación y de acción… Pero su objetivo es, principalmente, despertar ese debate y ese interés en la gente para que decidamos y para que tomemos las riendas de nuestro futuro y nuestra vida. La realidad es que es plausible y que no nos queda nada lejos.
Como directora y guionista de Tótem Loba, tú también has hecho que los espectadores sean analíticos y se planteen cuestiones, en este caso, en cuanto a lo que enfrentan las mujeres jóvenes. ¿Qué te empujó a pasarte al otro lado de la cámara y a contar esta historia?
Pues, justamente, las ganas de contarla. Realmente, llevaba mucho tiempo planteándome dirigir porque me llamaba mucho la atención y tenía la intuición de que me iba a gustar mucho, al margen de esta historia. Pero cuando me planteé qué quería contar y me vino esta historia a la cabeza, tuve claro por dónde y cómo la quería hacer y el impacto que quería generar en los demás. Eso me sirvió mucho y es algo a lo que me aferré todo el tiempo. Tenía esa necesidad de contarla, básicamente.
¿Volveremos a verte como directora?
Sí, sí. Me rondan bastantes ideas por la cabeza, así que sí. En algún momento, pero sí.
Con Tótem Loba ganaste el Goya a mejor cortometraje, pero tu primer premio de la Academia de cine fue a mejor actriz revelación por Yo soy La Juani. Ahora que ya han pasado 18 años, ¿Cómo recuerdas aquella época?
Tengo muy claro que fue una lanzadera total y que el hecho de que Bigas Luna confiara en mí supuso dedicarme a esto. Si no me hubiera elegido a mí para interpretar a La Juani, no sé qué habría hecho con mi vida. Supongo y creo que habría seguido hasta conseguir trabajar como actriz.
Para mí, Yo soy La Juani fue una película inolvidable, en muchos sentidos, y es siempre una alegría acordarme de ella o escuchar a alguien hablar de ella con cariño.
En alguna ocasión has contado que, tras El patio de mi cárcel (2008), decidiste irte a Inglaterra a desconectar porque no sabías si querías seguir dedicándote a la actuación. ¿Has vuelto a sentir esa necesidad de parar alguna vez?
Mmm… No. Igual un parón para descansar, sí, pero, después de aquel impasse, no he tenido dudas de que quería dedicarme a esto.
Desde entonces no has parado, tanto en el cine español como en el internacional. Desde tu propia experiencia, ¿crees que hay hueco para las actrices españolas fuera de España?
Sí, de hecho, yo creo que fuera hay mucho interés por la sabiduría española y los actores españoles. O sea, por cualquier cosa española, en verdad. Fuera les interesamos mucho. Luego ya es cuestión de que coincida que haya un proyecto donde encajes y para el que seas lo que están buscando.
Pero sí, hoy más que nunca, las puertas están súper abiertas y hay bastante interés por el arte español en general. Es más, hace unos 10 meses estaba en Portugal hablando con un dentista y me dijo que en España hay gente con mucho talento que, a nivel internacional, ha conseguido cosas muy importantes. ¡Y en todos los campos! Desde astronautas a deportistas de todo tipo. Eso no pasa en todas partes y creo que muchas veces no nos damos cuenta de que somos un país muy rico de personas muy capacitadas y talentosas.