La secuela de Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan llega menos de un año después para contarnos la historia de Milady de Winter, interpretada por Eva Green, su director Martin Bourboulon y los actores Vicent Cassel y François Civil nos cuentan todo (o casi todo) sobre su nueva película.
Por Enid Román Almansa
“Cualquier niño de Francia ha jugado a ser mosquetero”, afirma François Civil, el nuevo D’Artagnan del cine francés. Un título que se convierte en todo un privilegio si se tiene en cuenta que, si había que escoger a uno de los cuatro famosos soldados del rey Luis XIII en el patio del colegio, todos solían decantarse por el más joven e inexperto de los mosqueteros.
Al menos, ese es al que escogía Vincent Cassel. “Cuando era pequeño quería ser D’Artagnan, como todos los niños… Nadie quiere ser oscuro y cínico de pequeño, todos queremos ser valientes y poderosos como D’Artagnan”. Y, sin embargo, en esta nueva adaptación, le ha tocado ser Athos. No es algo de lo que se queje, por supuesto. “Ahora busco más complejidad en los personajes, porque creo que es lo que representa mejor el comportamiento humano”. Una complejidad que debemos, en gran medida, a la modernización a la que se ha sometido a este clásico para volver a llevarlo al cine francés. Pero que aquellos recelosos de esa odiada palabra no se asusten.
Si vieron la primera parte, D’Artagnan, sabrán que esta es de esas adaptaciones que aportan con mimo en vez de inventar sin miramientos. Aunque el director Martin Bourboulon (Eiffel) afirma que no sentía presión por devolver este clásico a Francia tras la adaptación de Bernard Borderie en 1961, Cassel sí que considera que había “cierto orgullo en retomar estos personajes y hacer nuestra propia versión de esta historia francesa tan atemporal”. Una nueva mirada al clásico de Alejandro Dumas de 1844 en la que, para sorpresa de los fans literarios, ahora Athos es de familia protestante, Porthos es la encarnación del libertinaje en el mejor de los sentidos, la guerra contra Inglaterra es más compleja de lo que el autor del siglo XIX describió en su novela y Milady de Winter… Bueno… “Eso es un secreto entre nosotros”, nos advierte el director sobre el desarrollo de la asesina bajo las órdenes del cardenal Richelieu, femme fatale que da nombre a esta segunda parte y que se convierte en el personaje principal de la historia de los (ahora) cuatro mosqueteros.
Las mujeres de D’Artagnan
Los tres mosqueteros, D’Artagnan y las chicas. Con estas mismas palabras, el director define su versión, que se caracteriza por las largas escenas de lucha sin cortes ni dobles de acción que se rodaron durante dos semanas en SaintMalo, un diseño de vestuario diferente a las adaptaciones americanas a las que estamos acostumbrados (películas que, por cierto, no quiso revisitar para no verse influenciado) y la importancia que se le da, no sólo a Milady, sino también a la que Bourboulon considera la otra gran protagonista femenina: la amada de D’Artagnan, Constance Bonacieux (Lyna Khoudri).
Sin embargo, el director no diría que se trata de una visión feminista de la historia. “Simplemente he seguido la novela de Dumas, pero en 2023”. Y como prometimos al cineasta guardar el secreto de los detalles sobre la trama de los personajes femeninos, no añadiremos nada más, aunque todos conozcan a los famosos mosqueteros: “¡Pocos conocen el destino de Constance!”. Volvemos, por lo tanto, a esa Milady de Winter que, tal y como afirma Cassel, “aunque fuese escrito hace siglos, es un personaje muy moderno y el más fuerte de toda la novela”. Precisamente, esa fue la razón por la que el director se decantó por Eva Green para interpretarla. Necesitaban a alguien cinégénique y ella estaba la primera en su lista de deseos. “Es muy misteriosa, una actriz icónica y no mucha gente sabe que es francesa. Es una mujer muy atractiva, es diferente y aportó muchas ideas”. Lo dice, en parte, por las pelucas que la asesina utiliza para camuflarse y engañar a sus adversarios, un pequeño ejemplo de la “magia” que Green desbordó durante el rodaje. A ella se le suman los personajes que ya conocimos antes de Milady: ese Athos que Cassel define como un hombre “lleno de remordimientos, trágico y romántico, que sueña con la redención que piensa que nunca tendrá”; ese D’Artagnan para el que, según Civil, “el amor lo es todo”; y esos Porthos y Aramis a los que dan vida Pio Marmaï y Romain Duris y que aportan ese tan agradecido alivio cómico entre tanta redención e historias dramáticas de amor.
“Siempre es difícil encontrar un equilibrio entre el drama y la comedia, pero, como en la vida, la comedia siempre es bienvenida, incluso en los días más dramáticos”, afirma Bourboulon.
“Esta película tiene un tono muy intenso, quizá más que en otras adaptaciones, pero siempre pensé en añadirle comedia”. Al igual que su compañera Green, todos ellos estaban en esa lista de “actores perfectos para el papel” que el director creó en un restaurante, “encima de la mesa”, junto al productor Dimitri Rassam. Una lista de deseos que consiguieron hacer realidad gracias a que “todos querían trabajar juntos: Vincent y Romain querían trabajar con la nueva generación y François y Pio tenían mucha ilusión por trabajar con esos icónicos actores a los que han admirado desde su juventud”.
Y así, con unas simples llamadas, el cineasta consiguió a sus nuevos mosqueteros, a los que sumó a Louis Garrel como el rey de Francia, a Vicky Krieps como la reina Ana de Austria y a Éric Ruf como el cardenal Richelieu. Nuevas caras para una de las historias más famosas de Francia y para todos aquellos jóvenes que descubrieron con la visión de Bourboulon las aventuras que involucraron cierto collar regalado al Duque de Buckingham y a las que ahora sumarán las batallas del asedio a La Rochelle. “Creo que el mejor cumplido es que la gente nos recuerde”, reflexiona Cassel. “Con un poco de suerte, esta nueva generación de jóvenes llevará consigo estas imágenes. La historia de Dumas tendrá nuestras caras como referencia y eso es lo mejor que nos podría pasar. También que recuerden los valores que tienen los mosqueteros: su amistad, lealtad, coraje y valentía. Si podemos personificar eso en sus consciencias creo que sería algo muy bonito”. “Estoy de acuerdo”, se ríe Civil. “Es justo lo que iba a decir”.
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