Emocionado, el actor se despide de uno de sus personajes icónicos que ha dividido a la crítica en el Festival de Cannes.
Por Irene Crespo
“Siempre habrá muchas expectativas con un filme así y tienes que saber que solo podrás cumplir algunas, cada uno tiene su querida versión de Indiana Jones y es imposible complacer a todo el mundo”, así explicó James Mangold, en la rueda de prensa del Festival de Cannes, cómo aceptó el reto de dirigir Indiana Jones y el dial del destino, meterse en los zapatos de Steven Spielberg para el quinto y último episodio con Harrison Ford y, además, después de la decepcionante La calavera de cristal.
Y tiene toda la razón. Para los que crecimos con Indy, que somos muchos y de distintas generaciones, Indiana Jones siempre será especial, casi familia. “Todos hemos querido ser Indiana Jones”, dijo Mads Mikkelsen también en la rueda de prensa posterior a la proyección en Cannes. Y tiene razón. Todos hemos soñado un poco con ser arqueólogos, con viajar a Petra, con acompañarle, con correr aventuras. Y despedirse de todo eso, despedir a alguien que nos ha dado tantos momentos felices, no es fácil. Pero desde aquí una defensa a este final, no perfecto, pero casi siempre entretenido. Mucho más que la anterior película, así que, sí, un adiós que Ford puede mostrar con orgullo.
El tiempo y cómo lidiamos con la velocidad a la que corre recorre El dial del destino. El pasado le pesa demasiado a un Indy solitario y casi jubilado cuando lo encontramos, en calzoncillos, en 1969 en su apartamento de Nueva York. Eso sí, tras una secuencia de casi media hora situada dos décadas antes, en la II Guerra Mundial, luchando contra los nazis. El arqueólogo hace tiempo que colgó el sombrero y el látigo y no esperaba otra aventura en su vida hasta que aparece su ahijada, Helena Shaw, interpretada por una genial Phoebe Waller-Bridge, en uno de los mejores contrapuntos que ha tenido el protagonista de la saga. “Quería una relación de verdad, una relación que no fuera de flirteo”, reconoció Ford hablando del filme y resaltando él también esta pareja.
El tiempo ha pasado también por Harrison Ford y, por eso, ha pasado dos días en Cannes continuamente emocionado, casi al borde la lágrima en varias ocasiones, con una sonrisa imperturbable y tierna. Está satisfecho con este final. No engañan sus expresiones y tranquilidad. Su sensación de haberlo dejado todo ya bien atado y cerrado con un personaje que le ha dado mucho en la vida se contagia.
La película alarga demasiado las secuencias de persecuciones y peleas, quizá recortando un poco de cada una, le habría restado tiempo a esas dos horas y media, pero en conjunto este Indy crepuscular deja buen sabor de boca. Era imposible rehacer En busca del arca perdida, aunque esta fuera la principal película en la que Mangold se fijara. Estamos en 2023 y hemos visto mucho desde entonces. Nunca pensamos que veríamos a un Indy joven y viejo en la misma película, por ejemplo, y el truco tecnológico tiene su magia, como admitió el propio Ford. Pero todos esos trucos no funcionan sin una buena historia y un buen equipo y aquí, a pesar de las vueltas y revueltas, se mantiene. Y, así, sin arrepentimientos, se va Indiana Jones, porque ha encontrado su lugar también en este siglo.
Fotos: Lionel Hahn
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