La directora de Los vigilantes nos habla de las influencias que la inspiraron, de las diferencias con su padre y de cómo creció en una familia en la que el séptimo arte es algo sagrado que hay que ver y cultivar con absoluto respeto.
Por Roberto Croci
Uno nunca olvida su primera película. ¿Cómo la definirías?
Es un thriller de suspense con tintes dramáticos basado en una novela de A.M. Shine, que me parece una historia tan inmersiva como misteriosa. Rodamos en Irlanda, y sigue la historia de Mina, interpretada por Dakota Fanning, una artista de 28 años que, tras sufrir una avería en su coche, se ve atrapada en un inmenso bosque virgen del oeste de Irlanda. Dadas las circunstancias, busca refugio en una gran casa aislada donde quedará encerrada junto a tres extraños.
Allí, unas misteriosas criaturas que habitan en el bosque pasarán la noche espiándolos e intentando darles caza.
¿Cómo te sientes ante tu debut?
Creo que todavía no soy muy consciente. Llevo más de 20 años viendo cine. Y, ahora, por fin, puedo considerarme
una directora en todos los aspectos. Siempre estaré agradecida a cuánto aprendí dirigiendo capítulos de Servant y a mis profesores de la NYU. Y también a todo el tiempo que he pasado junto a mi padre, observándole y estudiándole
mientras escribía, en los castings, en el rodaje… Todo ello me ha preparado para este momento.
¿Cuándo decidiste que querías ser directora?
Siempre he sido muy creativa, y en el cine puedes combinar diferentes artes, así que ha sido una elección que ha llegado de forma natural. Aunque todo empezó en casa, donde el cine es sagrado, además de una fuente de crecimiento cultural.
Solíamos sentarnos en el sofá para ver películas de terror. Pero antes de que empezara, mis hermanas Saleka,
Shivani y yo nos turnábamos para pronunciar el discurso.
¿Qué discurso?
[Sonríe] ¡Nunca hables durante la película, queda absolutamente prohibido mirar el teléfono! En nuestracasa, las películas son algo sagrado, so pena de una mirada fulminante de papá y de que te expulsen del salón.
¿Por qué veíais películas de terror principalmente?
Porque, como dice papá, el terror da margen a la imaginación y a la verosimilitud para explicar lo que quieras, como quieras y cuando quieras. La imaginación se desboca y te da la oportunidad de inventar distintos mundos y, sobre todo, de jugar con ellos. ¿No es algo precioso?
¿Hay alguna similitud entre tu forma de hacer cine y la de tu padre?
Aunque podríamos decir que somos parecidos, somos a la vez muy diferentes tanto en la técnica como en la construcción narrativa, el proceso creativo y la lógica. Al fin y al cabo, pertenecemos a dos generaciones muy distintas.
Y, además de tu padre, ¿en qué otros directores te inspiras?
Muchos: Kieslowski, Hitchcock, Cartoon Network y el terror asiático. De pequeña, me enamoré de Miyazaki.
Sus películas son las que más me han conmovido a lo largo de mi vida. Los sentimientos son algo muy importante
para mí. Me gustan especialmente los artistas que experimentan con imágenes. Justamente como Kieslowski.
Es uno de mis directores favoritos, por el uso que hace del color y de las imágenes. Durante la realización de Los vigilantes cambié varias veces de estructura. Era como perseguir la experiencia que tengo cuando veo ciertas películas que inducen a una especie de asombro, una sensación de aventura e inocencia. También vi Fallen Angels, de Wong Kar-wai, una película muy diferente, pero similar en cuanto a opciones visuales, diseño y vestuario.
Fue crucial. Otras influencias fueron Genndy Tartakovsky con El laboratorio de Dexter, o Agallas, el perro cobarde,
muchos cómics, anime… Imposible enumerarlos todos.
Hablando del proceso del guion, ¿cómo lo abordas, ya sea una adaptación o un original? ¿Y cómo lo personalizas?
Me encanta el proceso de construir la estructura y poder jugar con ella. Siempre intento reinventar y reescribir todo cuanto está escrito o definido. Me gusta programar una idea para luego replanteármela, mover todas las piezas, incluso los diálogos, como es el caso de mi película. No digo que no sea un proceso mentalmente exigente, que requiere concentración, casi masoquista, si piensas que cada dos o tres días lo cambio todo [ríe]. Mi padre
dice que la estructura de una película es como el Santo Grial y, según él, ese es mi punto fuerte.
¿Por qué te gusta cambiar y cambiar?
Porque aprovecho cada revisión para incluir mis emociones de ese momento. Quiero hacer hincapié en los sentimientos y las especificidades de los personajes que van cambiando ante mis ojos a medida que vivo mi vida.
Quiero procesar esas emociones a través del guion. Y así, al final, la película se convierte en una especie de compendio de todas las emociones que representan este último período de mi vida.
¿En qué medida te ha ayudado tu apellido?
Sabía que llegaría a dirigir películas, pero mi padre nunca me empujó a ello. Veíamos una y estábamos en
sintonía con lo que estábamos viendo. Sí, un apellido como el mío levantará expectativas. Pero me gusta, porque
es algo a lo que puedo enfrentarme y gestionarlo. Espero poner mi sello artístico en lo que creo. Claro que también hay ventajas, tuve suerte de nacer en un entorno en el que dispongo de los recursos para hacer lo que quiero,
sobre todo, porque es un privilegio que no tienen todas las mujeres de color.
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