El mismo día en que se cumplían 20 años de su muerte llegó a los cines Super/Man: La historia de Christopher Reeve, documental que narra su vida, marcada por un personaje icónico y por un accidente.
Por Álex Montoya
«Me di cuenta de que había arruinado mi vida y la de todos los demás”. La voz de Christopher Reeve, capturada después de aquel accidente de equitación que le paralizó de cuello para abajo, y que escuchamos en Super/ Man: La historia de Christopher Reeve, pone un nudo en el estómago de un espectador que debe estar dispuesto a ser repetidamente golpeado por la historia real del primer gran superhéroe de la historia del cine.
Huyendo de la hagiografía, aunque por momentos sea inevitable, pero sin eludir nunca la cara menos amable de la estrella, y rechazando la pornografía emocional, aunque resulta imposible verla sin necesitar pañuelos, la película compone un retrato de dos caras: la del joven actor al que un personaje le cambia la vida, y la de una mala caída que supone un inesperado, trágico y –finalmente inspirador– giro de los acontecimientos para que el protagonista renazca de una larga batalla contra la adversidad. De algún modo, el documental propone un diálogo entre el hombre de antes y el de después del accidente.
El filme nos habla de la frustración de un intérprete de sólida formación académica (estudió en la prestigiosa Juilliard School, a las órdenes del gran John Houseman) y escasa experiencia, que consiguió fama y aplausos, pero que, encasillado por la industria, apenas pudo demostrar lo que llevaba dentro.
Tras protagonizar las dos primeras –y estupendas– Superman (Richard Donner, 1978 / Richard Lester, 1980), de la tercera y la cuarta mejor no hablar demasiado, Reeve fue algo así como Un Dios en la Tierra, y no hubo forma de sacarse de encima el sambenito. Películas como Monseñor (Frank Perry, 1982) o El reportero de la calle 42 (Jerry Schatzberg, 1987) no ayudaron, aunque títulos como En algún lugar del tiempo (Jeannot Szwarc, 1980), Interferencias (Ted Kotcheff, 1988) o Lo que queda del día (James Ivory, 1993), su último trabajo antes del accidente, permitían adivinar un talento que trascendía el volar con una capa roja y una gran S en el pecho. Super/Man: La historia de Christopher Reeve también pone el foco en la irrompible amistad con Robin Williams, su compañero de estudios interpretativos, un apoyo enorme para nuestro hombre antes y después de la caída de su caballo. También apunta a una infancia marcada por la rigidez de un padre muy poco presente y siempre severo (poeta y erudito, odiaba la cultura popular y siempre censuró que su hijo formara parte de ella), todo un peso que le llevó a repetir algunos de esos pecados con sus propios hijos, sobre todo, durante su primer matrimonio.
Con una estructura narrativa no cronológica, y con la complicidad de Otto Burham en tareas de montaje, los directores Ian Bonhôte y Peter Ettedgui (autores de documentales como McQueen, sobre el diseñador Alexander McQueen, y La extraordinaria historia de los Juegos Paralímpicos, para Netflix) trazan un relato de auge, caída y resurrección, y un retrato poliédrico del hombre y de la celebridad, del padre y del marido, del discapacitado y del activista. Y lo hace usando abundante material inédito salido de los archivos personales del actor: películas caseras, relevantes fragmentos sonoros y testimonios del entorno de Reeve, algunos tan conocidos como Glenn Close, Whoopi Goldberg o Susan Sarandon, y otros tan cercanos como sus propios hijos, Alexandra, Matthew y Will.
En declaraciones a Best Movie, Matthe Reeve cuenta: “Nuestro padre vivió una vida extraordinaria y las cosas que hizo y por las que luchó lo convirtieron en un héroe. Sabíamos que, independientemente de cómo se contara la película, siempre que fuera auténtica, real y sin florituras, esa sería la historia que acabaría siendo compartida con el mundo”. Y es que, más allá de ser Superman, Christopher Reeve se convirtió en un referente social gracias a su papel en los avances en concienciación sobre la discapacidad y en financiación para investigación médica y mejoras sustanciales de la calidad de vida de personas afectadas de parálisis.
Reeve y su segunda esposa, Dana (que protagoniza algunos de los momentos más emotivos del documental y que falleció apenas dos años después de su marido a causa del maldito cáncer), crearon una fundación que sigue activa después de la muerte de ambos, y que, en 2009, consiguió que el entonces presidente Barack Obama firmara la Ley de Parálisis Christopher y Dana Reeve, la primera legislación con apoyo bipartidista específica para los millones de estadounidenses que viven con lesiones de médula espinal y parálisis. Allá donde esté, Supermansigue salvando al mundo.
Fotos: Getty Images
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