‘La historia de Souleymane’: La “ciudad del amor” convertida en zona hostil

'La historia de Souleymane', tercer largo del cineasta Boris Lojkine, llega a los cines españoles esta semana tras su éxito en Cannes.

Filósofo de formación, el cineasta Boris Lojkine ha entendido siempre el medio cinematográfico como una herramienta política desde la que visibilizar los males de nuestras sociedades “avanzadas”. Con La historia de Souleymane, su tercer largo, el director francés recupera la temática central que abordó ya en Hope (2014) y Camille (2019), sus dos anteriores proyectos: las durísimas condiciones de vida de los africanos que abandonan sus países soñando con encontrar una oportunidad en Europa.

Presentada en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes 2024, donde logró alzarse con el Premio al Mejor Actor y el Premio del Jurado, La historia de Souleyamane narra la historia de un joven repartidor que recorre en bici las calles de París mientras se prepara para su crucial entrevista de solicitud de asilo, que tendrá lugar en apenas cuarenta y ocho horas. 

Preguntado por el origen de la idea, Lojkine cuenta que el germen de la película se halla en su deseo de retratar París, unas de las principales capitales europeas (tantas y tantas veces idealizada en el cine), desde una perspectiva ajena, reconvirtiéndola así en la ciudad desconocida y hostil que es para muchos de sus habitantes.

La mayor parte de los intérpretes de la película nunca antes habían tenido contacto con el mundo de la interpretación. Abou Sangare, el joven guineano que cumple el rol protagonista, y del que la cámara de Lojkine no se despega en ningún momento del metraje, fue elegido tras un largo proceso de casting callejero que se llevó a cabo entre la comunidad de repartidores

En línea con esta intención de construir una película lo más realista y cruda posible con el fin de capturar la vorágine de la gran ciudad, Lojkine optó por limitar al máximo los medios de producción, contando con un equipo técnico mínimo, prescindiendo de música e iluminación artificial y no interrumpiendo nunca el tráfico, cuya energía caótica juega un papel clave en la desasosegante atmósfera de un film que, más allá del cine social, tiene mucho de thriller.

Para dar forma al relato, Lojkine partió, junto a su coguionista Delphine Agut, de testimonios reales de repartidores, especialmente guineanos, obsesionados con obtener papeles.

Así, la precariedad laboral y la búsqueda de la identidad son dos de los grandes temas que emergen a medida que Souleyamane lucha contra un sistema implacable que, ahogado por la burocracia y vaciado de todo empatía y humanidad, parece estar obcecado en negarle la posibilidad de aspirar a una vida digna.

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