El estreno del director se llenó, muchos periodistas se quedaron fuera. Y el director no defraudó.
Por Irene Crespo
Antes de que Ang Lee acabara rodando Brokeback Mountain (2005) con Jake Gyllenhall y Heath Ledger, aquella adaptación oscarizada que Larry McMurtry y Diana Ossana hicieron del relato de Annie Proulx pasó por manos de Pedro Almodóvar. Pero el manchego, a quien allá en los años 80 su admirado Billy Wilder ya le advirtió que se mantuviera lejos de los estudios de Hollywood, lo rechazó. “Nunca pensé que me habrían dado la libertad e independencia que quería”, confesó en una entrevista este año con IndieWire. “Nadie me dijo: ‘Puedes hacer lo que quieras’, pero yo sabía que habría limitaciones”.
Elegir lo que quieres hacer es el éxito, dijo Almodóvar en la charla posterior al estreno en Cannes, sentado en la sala Debussy junto a Ethan Hawke. Un estreno tumultuoso porque, debido a la gran expectativa y atención que levanta el director, la sala se llenó dejando a decenas de periodistas y gente con entrada fuera.
De 31 minutos (a nueve se ha quedado de poder competir como largometraje en Cannes y en los Oscar), Extraña forma de vida, podría ser, según el propio Almodóvar, su “respuesta a Brokeback Mountain”. Es un western queer, como él mismo también definió antes de pasar por Cannes, una historia situada en el lejano oeste entre dos hombres, el Sheriff Jake (Ethan Hawke) y el vaquero Silva (Pedro Pascal). Se centra en el reencuentro de ambos, 25 años después de la última vez que se vieron, cuando ambos trabajaban como pistoleros a sueldo. Hoy, su juventud queda ya lejos, viven en rincones opuestos del desierto y de la ley, pero en ese reencuentro, reviven toda la pasión que compartieron y se dejan arrastrar por los arrepentimientos, por la nostalgia de lo que pudo ser y ya nunca será.
“La película es independiente a otros westerns, independiente a lo que llamamos un western europeo que comienza con Sergio Leone y cambió las reglas del juego”, contó Almodóvar. “He intentado hacer un western clásico, pero en el que hablo del deseo entre dos cowboys”.
Aquí no hay límites a la pasión (o casi) y tampoco hay freno a indagar abierta y profundamente la masculinidad, otro tipo de masculinidad tan ajena al género.
Aunque desarrollando la historia pensó más en westerns modernos y dirigidos por mujeres (mencionó El poder del perro, de Jane Campion especialmente, también The Rider, de Chloé Zhao; y First Cow, de Kelly Reichardt) y no pretendía retratar una historia crepuscular, para rodar el western se fue a su cuna: a Almería, al desierto de Tabernas.
Allí está Bitter Creek, el poblado que lidera el Sheriff Jake en el que ha habido un asesinato. En el momento en el que intenta descubrir al culpable, reaparece Silva. En la casa del primero, comparten una cena tranquila y lujosa para el entorno, el vino, las mantelerías, la cristalería, ese estofado que el propio agente de la ley ha preparado. Son dos hombres solos y solitarios. Que podrían no estarlo ni serlo.
La soledad en la edad madura, los cuidados y el arrepentimiento cabalgan alrededor de estos dos personajes. Y, por supuesto, el deseo. “Las miradas están llenas de sensualidad”, señaló Almodóvar en la presentación. Aunque cada uno se deja llevar por el deseo de una forma: el sheriff lo frena, Silva lo abraza. “Es el deseo y sus consecuencias”, continuó.
Sobre interpretar el deseo de esa forma contenida, Ethan Hawke habló de su propio trabajo. “Hay un acto de amor en el momento en que pones una cámara delante de alguien”, dijo. “Estás diciendo que algo es importante, para mí siempre es un poco sobre amor. Sí, la película habla de deseo… Es lo que hago siempre, solo estoy feliz de poder trabajar con alguien a quien también le importa”. Y señaló a Pedro.
A Almodóvar le importa mucho cada detalle, es obvio, como recordó Hawke. Y también aquí en este corto en el que sus cowboys visten de alta costura. La firma francesa Saint Laurent coproduce la película (y vendrán más títulos, por cierto) y su director creativo, Anthony Vaccarello, ha confeccionado el vestuario en el que destaca esa chaqueta verde que lleva Pedro Pascal. Y antes de que le digan nada o le acusen de anacronismos en el género, el director lo dejó claro: James Stewart en Horizontes lejanos, de Anthony Mann, también llevaba una cazadora verde.
Fotos: Samir Hussein y Dominique Charriau (Getty Images)
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